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miércoles, 11 de julio de 2007

Pegados, humillados a Cuba .. Viajeros clandestinos haitianos


Volver a desafiar el mar, si! ¡Regresar a Cuba, no!
Después de haber navegado once días en el mar, viajeros clandestinos haitianos han sido acogidos a Cuba. Los meses pasados en la tierra de José Marti se han caracterizado por el sufrimiento. ¡Es una tragedia! Son adolescentes, jóvenes y adultos que huyen de Haití.
Se repatriaron a 121 viajeros clandestinos haitianos en busca del trabajo, de un bienestar, el domingo 8 de julio a Puerto-Principe. En su mayoría originarios del Noroeste, estos trabajadores, venidos de Punta Maisi - un campo en la provincia de Guantanamo en el este de Cuba - dicen que partieron de la isla de la Tortuga, el lunes 23 de abril de 2007, a las 4 de la tarde, con destino a las Bahamas. Por último, naufragaron a Cuba.
Repatriados, y acogidos por agentes sociales de la Organización nacional de la migración (ONM), de la Organización internacional de la migración (OIM) y el Ministerio de Interior y Colectividades territoriales (MICT) al aeropuerto internacional Toussaint Louverture de Puerto-Principe, los repatriados, que navegaron once días en el mar pretendiendo alcanzar las Bahamas, lamentan haber pisado el suelo de Cuba.
¡Malditos los días pasados a Cuba!
Pegados, maltratados, mal alimentados, humillados, algunos reconocen incluso que Cubanos más infelices que ellos el desnudaron. “Mi zapatos tenis marca Nike, mis T-shirt me lo intercambiaron por comida”, escupen amargamente Jocelyn Solon, un joven hombre oriundo de Plaisance en el autobús amarillo – detenido en el mismo medio de la carretera debido a un pinchazo en un neumatico - que el ONM y el OIM pusieron a disposición de los repatriados.
Hablando un poco el español para haber trabajado como albañil en la República Dominicana, Solon se había vuelto portavoz de sus compatriotas. “Se reclamabamos jabón, pasta de diente y comida.” Pasará seis días en prisión.

“Pasé un mes y 9 días en prisión. Ha sido soltado hoy mismo”, declaro a Bebé Saintil, otro repatriado, originario de Plaisance. También reivindicaba las mismas cosas que su compatriota. Sin embargo, reconoce que se alimentó mejor en medio carcelario.
“Al campo, la comida no era buena, y era un “pitance”, se compadece.

Retomando el hilo de sus ideas, Solon se acuerda: “Un día, se nos expusieron bajo un sol extremo. Todo el mundo se resignio. Al mediodía, grité muy fuerte: ¡los haitianos no somos perros! Dije a mis compatriotas: no comamos ya aquí. Pero algunos de nosotros comieron.
William, un agente cubano, quiso abofetearme porque yo no tenía derecho a la palabra. Un poco más tarde, la policía intervino. Bebé y otros haitianos fue espozados. ¡Gritamos socorro! En ese momento, lanzaron gazes lacrimógenas y pegaron a aquellos quienes que reivindicaban.
” Solon maldice los días pasados a Cuba acordándose al mismo tiempo de sus miserias a Santo Domingo. “Eso iba bien para mi a Santo Domingo, pero regularmente los policías me robababn. Cuando no son ellos, son los ladrones que vacian mis bolsillos. Pues, queriendo intentar mi oportunidad a otra parte que yo cai a Cuba. ”
Mientras que un reparador apenó a destornillar los tuercos de un neumático del vehículo que transportaba los repatriados, Filius Wildoneur, un quincuagenario de Saint-Louis du Nord, nos hizo señal de bajar del autobús. En aparte, me dice que pegaron a los haitianos a Cuba porque eran indisciplinados.

« Ayisyen endisipline, se sa k fè yo pran kou. Kiba se yon peyi kominis, yo di w pa dwe gen manifestasyon, w ap pale anpil yo ba w bwa. Mwen m pat nan chante, ni nan bat bokit. Mwen m konfome m. Chèf yo te zanmi m, e yo te apresye m », (los haitianos son indisciplinados es por eso que recibieron golpes. Cuba es un pais comunista, se les dice que no tienen derecho a manifestarse, usted habla mucho pues se les pega. Yo no estaba cantando, ni haciendo ruidos con los cubos. Me conformé con la autoridad. Los jefes eran amigos mios y me apreciaron mucho) me confesio, en voz baja, para evitar los rayos de sus camaradas.
Los lamentos
Otro autobús amarillo toma el relevo y condujo el grupo hacia Lilavois. Al tomar la dirección del centro de alojamiento, algunos manifiestan su preocupacion, las jóvenes mujeres sobre todo. Se preguntan si no se va a encerrarlos en un campo como a Cuba.
Lilavois, este barrio residencial en la localida dez La Plaine, se asemeja a un extenso campo y las residencias, rodeadas con largas paredes, parecen estar guardadas por carceleros.
Pero un joven trabajador social los tranquiliza: “Se les va a dar dinero, algo de comer y un lugar para pasar la noche.” Un señor de cuarenta años deplora: “« Okenn monnen epis pa ka vin ramplase di mil goud mwen sot pèdi nan voyaj sa a la.” (ningun menudeo podra ssustituir les diez mil gourdes que yo perdi en ese viaje)
” El conductor del nuevo autobús, que se elogia de conseguir ganar su vida en Haití, conecta: “Yo, conocí a un señor a Saint-Marc. Les doy su nombre, se llamaba a Alfred Jean. Se murió durante un viaje clandestino. En su bolsillo, el tenía, ese día, diez mil dólares americanos y veinte mil dólares haitianos. ¡Salir de viaje para ellos, es una obsesión!
” Filius, el cincuenton de Saint-Louis, admite el argumento de este último y confía que estuvo en Miami en 1993. Al obtener un visado por un período de tiempo de cinco años, fue seis años a los Estados Unidos. Trabajaba como albañil y conducía camiones. Se invirtió todo el dinero que ganaba allí en la educación de sus siete niños, cuyos tres viven actualmente en casa de una de sus hermanas en Miami.
Las mujeres, en el autobús, las que estaban enfermas sobre todo, hablan bien de los de los médicos cubanos cuando se hospitalizaban. “Los médicos cubanos nos curaron con atencion. Francamente, están sin reproche”, ha dicho una mujer embarazada. Pero lamentan sus vestidos, sus sandalias que perdieron para siempre en esta operación de trueque que designan por el término “Cambia”; los hombres se acuerdan de los golpes que recibieron y humillaciones que conocieron.
Un nombre regresa en cualquier momento en el fuego de su conversación: el agente William, el hombre por quien el escándalo llegó y que terminará por ser despedido, después de investigación.
“Porqué no permanecer en Haití”, ha dicho arriba y fuerte el conductor que sudaba, empeñandose a hacer pasar el autobús en una calle exigua de Lilavois.
De pie en la avenida entorpecida de pasajeros, un joven responde: “No se permanece en Haití para salvarla mejor. Los 121 viajeros clandestinos habrían podido tomar las armas como los otros jóvenes Haitianos para crearse un empleo. Pero preferimos poner en riesgo nuestra vida en vez de retirar la de los demas. ”
El argumento del joven puso fin al debate que tomaba otro rodeo: la importancia de la vida, el orgullo de vivir en su país, la necesidad de aprender un oficio. El conductor, en medio de un mar de bla-bla y prêchi-prêcha, no llegaba siempre a operar esta vuelta. Todos los pasajeros terminaron por descender del autobús. Y esto a pie o se apila en un pick-up y llegaron al centro de alojamiento donde recibieron un equipo de productos de primera necesidad y un sobre que contenía 700 ciento gourdes
Esta operación de repatriación de Haitianos - el segundo en dos meses - se llevó al término de un acuerdo que vinculan al Gobierno haitiano, el de Cuba y el OIM, institución intergubernamental cuyos dos Estados son miembros. El OIM aceptó la financiación de todas las etapas de dicha operación.
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Artículo publicado en la página digital del periodico Le Nouvelliste en:
http://www.lenouvelliste.com traducido por Thom GATO para Haití Crema y Nata.
Versión francesa también disponible en Haití Recto Verso en
http://haitirectoverso.blogspot.com

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