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domingo, 16 de diciembre de 2007

ARGUMENTOS A FAVOR DE NUESTROS MANGOS.


Nosotros los haitianos, en la diáspora europea, no nos beneficiamos siempre de las oportunidades que disfrutan otros compatriotas que residen en Miami o Nueva York.
Excepto aquellos que habitan en grandes capitales europeas como París, nosotros nos privamos de estas reminiscencias gustativas que nos recuerdan estos pequeños detalles que siempre ha hecho de Haití un país aparte. Por lo menos para nosotros los haitianos de pura cepa. Nuestras primicias en frutas, nuestras verduras, nuestra cocina, ¡ Cómo lo echamos de menos ¡
Hablando de mangos constaté que se me había olvidado la existencia de esta fruta a causa de la mediocre calidad de las variedades disponibles en los mercados y en los escaparates exponiendo productos exóticos. Sin querer ofender a aquellos no haitianos que manifiestan cierta devoción tipo “discriminación positiva” no dejo de lamentar el no poder probar comer estas delicias que devoraba durante las vacaciones en casa de mis abuelos con la indiferencia loca del “idiota feliz”.
Muy a menudo, mis amigos disimulaban mal la decepción de no observarme saltar de alegría cuando gentilmente me obsequiaban un mango creyendo complacerme. Para justificar mi indiferencia les decía muy diplomáticamente que en Haití contamos con un número incalculable de variedades de mangos. Un número tan importante que se podría jerarquizar los criterios de calidad asignando estrellas como lo hacen para los hoteles y restaurantes.
Los agrónomos, botánicos y técnicos en agricultura seguro que dominan los nombres científicos de cada especie de mango. Por mi parte me acuerdo casi exclusamente de un nombre “mangufera indica”. Eso es todo lo que guardé de los cursos de biología botánica del profesor Richard Emmerand al que solíamos llamar “COFGE” (clase, orden, familia, género, especie).
Para degustarlos no era indispensable llamarlos por nombres y apellidos. Recuerdo estos mangos expuestos y vendidos por lotes de tres, cuatro, cinco unidades. De esta manera se comercializaban las modalidades menos caras, que eran los “mango fils” (se le denomina “mango hilo” porque al comerlo se depositan muchas fibras entre los dientes. Aclaración para los no familiarizados con la idiosincrasia culinaria de Haití).
Y el “mango muscat” con fama de ser este último muy indigesto. Por esta razón era recomendable no comerlo por la tarde o la noche.
Si saber por qué, ciertas frutas gozan de una mala fama que las alejan categóricamente, injustamente, de las mesas. Hay que recordar que la fruta que más ha sufrido este “apartheid” no ha sido, a pesar de todo, el mango muscat. La víctima por excelencia es definitivamente la fruta “símbolo” de lo exótico, esta fruta icono de las playas y el sol: la piña. Qué contrasentido.
Según sus detractores inconscientes y vandálicos, tendría la virtud y el poder de caerle mal a quien la come en ciertas condiciones. Por ejemplo no se debe comer la piña cuando uno está acalorado, después de una caminata, de hacer deporte o hacer el amor…¡si se ha hecho bien!
Otra fruta segregada también del mismo modo que la piña, es el plátano o la banana. En ciertas familias las bananas nada más se comen en el desayuno ya que serían igualmente indigestas.
Después de este viaje por el mundo de las frutas retornemos al universo de los mangos.
Se podían hacer buenos negocios comprando las unidades expuestas en lotes de tres o cuatro si los mangos durante el transporte no habían recibido los mimos merecidos. Estos se veían agrupados en otra categoría llamada “mangos mérilans”. Como era necesario desembarazarse de ellos lo más pronto posible no había otra solución que bajar los precios.
Hasta ahí he hablado de los “mangos populares”: aquellos que ocuparían la parte baja en su escala social. Ascendiendo en la jerarquía dejo de lado las variedades intermedias como el “mango carrottes” o el “mango Jean Marie”, “mango jeremías” para hablar de los mangos cinco estrellas. De los súper mangos. Los mangos burgueses, los reservados a los aristócratas y la jet set, los adeptos a las noches glamurosas de París. Me refiero a tres tipos de mangos que merecen según mi parecer cinco estrellas.
El orden podrá variar con el gusto o los caprichos de cada persona. “And the winner is….” El mango blanco, el mango cuernos, el mango francisca.
Quisiera poder utilizar el lenguaje representativo de una disciplina que se llamaría mangología para ofrecer una descripción fiel de los sabores y efectos sobre las papilas gustativas durante la saboreo de un mango. Como hacen los enólogos con el vino y los catadores de té.
En resumen, todos los haitianos saben por qué son deliciosas las tres variedades mencionadas más arriba.
Para los no haitianos (nadie es perfecto!) tomen nota y asegúrense de descubrir estas frutas cuando ustedes pasen por Haití.
Sin embargo yo ignoraba que los mangos franciscas eran exportados hacia los Estado Unidos aportando a Haití millones de dólares y representando la base económica de una región del centro del país, llamada Gros Morne.
De la exportación de mangos hacia USA me enteré hace dos veranos durante una estancia en este país.
Me encontraba como de costumbre paseando por “Queens” con mis hijos. Salimos de compras a la zona comercial recorriendo las numerosas calles y avenidas , observando los artículos de todo tipo. De repente sobrevino un milagro. Yo no creía lo que veía. Una tiendecita adorable en la que se vendía de todo: fruta, bebidas, y otros artículos….¡ y mangos franciscas importados de Haití ! Eran pulcros, rutilantes de luces y aromas irresistibles, sabores sublimes, colores inefables, tactos etéreos, sonidos chispeantes.
Me quedé paralizado mirándolos. Mis hijos sin embargo no entendieron mi reacción. Tuvieron la impresión de que acababa de realizar un “encuentro en la décima fase”. Era un clímax casi orgiástico.
Hacía varios años que no había vuelto a ver mangos. Sin titubear ni un segundo compré más de veinte unidades. A partir de ahí la continuación del paseo no me interesaba en lo más mínimo. Tenía unas ganas inconfesables, casi inmorales, lleno de ansiedad sensual de llegar a casa para poder tocar al éxtasis total del placer más exquisito comiendo dicho manjar.
Durante las cuarenta y ocho horas de mi estancia hubiera podido comérmelos todos pero quería llevar conmigo unos cuantos de regreso a Francia.
Infringí absoluta y voluntariamente la conocida “cadena del frío”, la ley que dice que un producto congelado no se debe descongelar y volverse a congelar para comerlo. Eso fue exactamente lo que hice con mi adorada fruta. Las congelé en estados unidos y me las llevé en el avión. A la llegada a Francia las volví a congelar. A pesar de todo eso no tuve ningún problema a la hora de disfrutarlos.
Hace poco, Haití ha sido sacudida por una prohibición de la exportación de este tipo de mango hacia los USA pues las autoridades sanitarias de Miami habían hallado unos insectos peligrosos que no habían sido eliminados por el tratamiento aplicado a las frutas. Las pérdidas económicas para Haití se contaron en millones de dólares. En ese momento entendí la importancia de este producto para la economía del país. Lo que no entendí fue por qué se exporta nada más esta variedad de mango y por qué esta exportación se dirige exclusivamente hacia los estados unidos.
En Haití, los mangos juegan un papel muy importante en la estabilidad y equilibrio de la sociedad. En período de producción por ejemplo, la tasa de desnutrición, el hambre, disminuyen considerablemente. Con el comportamiento de los ciudadanos frente a los mangos se puede igualmente apreciar el sentido de hospitalidad y el lado bueno del haitiano antes del período “lavalasso-chimero-zenelendrique” (el período político coincidiendo con los mandatos de los presidentes Rene Preval y Aristide.)
En efecto, nadie se hacía matar si pasando debajo de una rama de mango alguien se detenía para recoger unos frutos maduros.
Durante el inicio de las grandes dificultades políticas y sociales que conoció Haití, antes del derrocamiento de Duvalier, los habitantes de la región de plateau central, empezaban a encontrarse en la obligación de hervir mangos verdes para no morirse de hambre. En esa época era prácticamente un sacrilegio una actividad fuera de la gracia de dios. Era inhumano e inadmisible.
Hoy en día, veinte años más tarde, los haitianos comen para no morirse de hambre, galletas hechas de arcilla!
¡ Siempre la misma frase característica: “nos morimos de sed al lado de la fuente”!
Nuestras frutas son también regalos del cielo y no podemos hacer ningún uso adecuado de ellas.
Se podría hacer la misma reflexión hablando de otras frutas no sólo del mango. Aguacate, albaricoques, zapotes, etc.
De todas maneras en mis oraciones de todos los días, igual que lo hace el genial Juan Luis Guerra, célebre poeta y músico dominicano autor de un himno a los mangos –“los mangos bajitos”-quien también cantaba “ojalá que llueva café…en el campo…”, le pido a Dios ojalá que haya mangos y aguacates… en Haití todo el año.
Texto : Doctor Jonas Jolivert
Traduccion : Sara Villegas

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buenísima la historia sobre los mangos. Vivan los mangos. Y muy bien escrito el texto.
felicidades.
saludos desde españa.