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sábado, 22 de marzo de 2008

A quien tener confianza? A Leon Laleau o a Dany Laferrière

“Una bonita página de literatura para un fin de semana de reflexión y profundas intromisiones para aquéllos que eligen no hacer de las fiestas de pascuas una ocasión de sobresaltar en el vicio divertido y gratuito. La semana santa ofrece esta oportunidad de alejarse de estas noticias que molestan y deprimen… Puesto que los periodistas están de vacaciones. ¡Qué felicidad!
Haiti Crema y Nata propone una vez más a los aficionados de actualidades de segunda mano una linda página de literatura haitiana. Sin volver a entrar en el ámbito de la crítica literaria (puesto que no tenemos ni las competencias pues ni las pretensiones) nos gusta releer estas reflexiones que hablan de nuestros grandes hombres. De estos hombres cuyo destino nos recuerda demasiado a menudo que pasamos al lado de algo muy grande. Faltamos el sueño que Dessalines y los otros habían sembrado creando esta República.
Cuando la historia nos recuerda el destino de un Anténor Firmin frente a la trayectoria de un Nord Alexis; o el de un Massillon Coicou delante de este mismo oscuro-famoso personaje nos planteamos muchas cuestiones y nos decimos que llevamos en nosotros un gene y un germen que no queremos desarraigar. Este germen que nos transforma en verdaderos « tulliidos »
Tomamos un placer malévolo en cortarse las piernas a aquéllos que poseen el conocimiento de la luz para guiarnos y nos acomodamos en una actitud primitiva que nos permite arrastrarnos como lamentables bichitos… En la actualidad, se disfrazan en ciudadanos de otro mundo, aquéllos que se beneficiaron de la selección natural y que son aún capaces de acto de luz para escaparse de la gangrena nacional y endémica vivida como fatalidad de conveniencia… Buena lectura
JJ HCYN, 22/03/08


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¿A quién hacer confianza? a Léon Laleau o a Dany Laferrière
Admitida en tercero al principio de los años 70, un condiscípulo amigo satisfecho de mi éxito me dio en regalo una novela conmovedora titulada “el Choque”, publicado por primera vez en 1932 por el eminente escritor Léon Laleau.
No se precisa hacer saber que lo leía con una atención constante, puesto que esta novela mantiene en aliento cualequiera, incluso estos Haitianos calificados de apátridas.
Sobre esta obra maestra, el excelente escritor Pradel Pompilus y el hermano Raphaël Berrou en el segundo volumen de la Historia de la literatura haitiana, publicado en 1982, se concedieron para escribir que “el choque” tiene un doble interés, pero en una unidad muy clásica. Es una novela de amor y una novela de la ocupacion, añadieron. Según las precisiones mismas del autor, fue una historia verdadera.
Decepción y separación
Después de la lectura de esta novela emocionante y trágica, seducido por la construcción de sus frases, las ideas desprendidas de esta novela que considero como un lado de nuestra triste historia de la ocupacion, sólo quería leer las obras de este hombre tan prestigioso y admirable, las cuales obras me eran completamente imposibles de encontrar, en esta época. Por intermedio de sus obras, algunos autores se divirtieron a invitar a la gente a leer “Apoteosis” de Léon Laleau como un libro de referencia.
El título rimbombante y sonoro que lleva esta obra me alejó de ella, sin la sombra de un gran esfuerzo. Cada vez que me acordaba que la palabra apoteosis es sinónima racimo, apogeo, deificación, triunfo, etc, releía pacientemente “el choque” con el fin de calmar el deseo de un nuevo paseo a través de los pensamientos generosos de este dramaturgo nacido al final del siglo XIX o el día 3 de agosto de 1892. Su manera de escribir me agradaba tanto que pensaba poder imitarlo.
En la escuela, Antoine Dupré, Juste Chanlatte, Pierre Faubert y tanto otros se revelaron hasta ahora más famosos que el periodista y poeta Luc Grimard, el novelista Félix Courtois, el dramaturgo Vergniaud Leconte y más famosos que este genio que respondía al nombre de Laleau. Es una concretización quizá de este pensamiento de Nietzsche : “Todo lo que es grande se coloca muy lejos del lugar público y la gloria”.
Tardaba más de tres décadas para intentar leer “Apoteosis”, un ensayo cuyos comentarios literarios y discurso de circunstancias, etc, llenan las dos ciento ocho páginas. Hubiera leído quizá “Apoteosis” como “el choque” con la misma pasión, el mismo deseo ardiente, si no hubiera leído antes “El fundador ante la historia” introducido por el Sr. Colbert Bonhomme y escrito por el gran St-Victor Jean-Baptiste. Una obra divina, dirían los Latinoamericanos. Abandoné y “Apoteosis” y Laleau después de la lectura del primer capítulo dedicado al emperador bajo un título notable: “Abogo a favor del emperador… »
Pero desgraciadamente, el alegato no tuvo lugar. No he previsto nunca cuestionar ninguna de las obras de este infatigable intelectual consumido que él fue (novelista, poeta, dramaturgo, periodista, ensayista). Procuro con todo compartir esta constatación. Creía que el licenciado en derecho traería un pleito histórico contra los asesinos del emperador. Pero fue lo contrario. Era más bien el diplomático que intervino en “Apoteosis”, no con este rigor, este carácter firme con que firmó el 24 de julio de 1934 en conexión con el representante de los Estados Unidos, el acuerdo que puso fin a la ocupación de Haití por las tropas americanas y no era tampoco el abogado que protestó contra el tratamiento infligido a los Negros por la minoría blanca de Sudáfrica, delante de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1950.
Aunque el distinguido miembro de la Sociedad de historia, en este caso Colbert Bonhomme, lo declaró en 1954 a través del prólogo “del fundador ante la historia”: “La historia imparcial ya ha juzgado a los matadores. Pero el juicio de un hombre advertido como Laleau había hecho bien a algunos hijos auténticos. Y lo sabía. Entonces, yo había dejado de animar o incitar a mis amigos a leer y releer Laleau. Algunos de mis camaradas se burlaban de mi. Para atenuar esta cruel decepción, debi volver a leer las citas destacadas en “el fundador ante la historia” y en “el hombre de bronce” tales como:
1. “También, podemos afirmar con toda la fuerza de una convicción apoyada en datos concretos que el drama del 17 de octubre de 1806 (asesinato de Dessalines) cambió completamente la orientación de la nación haitiana”.
2. “La jerarquía, lo verdadera, puesto que estaba a base de valor y de heroísmo que se establece en el umbral máximo de 1804, se analizaba no como en la sociedad colonial, según el nacimiento y el color de la epidermis, pero en función de las distinciones que confiere el grado y en la proporción de un determinado valor moral e intelectual”.
3. “Así, bajo la presión de este imperativo Sico-político, la clase de los Liberados hizo causa común con las masas en sus pretensiones sociales; pero a pesar de la sinceridad de los líderes que preconizaron y realizaron el gran acuerdo, por el triunfo de Santo Domingo, esta unión se volverá frágil al contacto de las realidades sociales y económicas”.
4.“Dessalines domina la historia. Presidió a la unión haitiana, es decir, un milagro que nunca se ha repetido unos únicos minutos de plenitud y orgullo.
Y tanto de otro potentes, citas de Hércules por no decir Dessalinienne ofrecidas por estos dos monumentos previamente mencionados”.
Reconciliación y RecuerdosNueve meses más tarde, el descubrimiento de una poesía de Léon Laleau a las 2h 36 minutos de la mañana me colocó entre el yunque y el martillo, leyendo “el gusto de las jóvenes muchachas” del famoso novelista Dany Laferrière en un silencio prudente y atento, el cual silencio autorizaría una comunión perfecta con lo divino, tan verdadero que creyera oír la voz quejumbrosa y atractiva de mi Bas-Peu-de-Chose. Fue un nuevo choque. Estos versos simples, compuestos de colores frescos y joviales ganando fácilmente la simpatía de los corazones, permiten con facilidad una clase de reconciliacion.
Estos versos, sinceramente, me recuerda toda una epoca, toda una gama de sentimientos, todo un grupo de jóvenes muchachas decentes, púdicas durante los años 60 que adornaban la Place Jérémie cuyo aura alegraba las calles vecinas. Mencionaban en mi también toda una imagen y una poesía francesa: ¿dónde son las nieves de antaño?
Esta poesía de Laleau a la cual me refiero se tomó de una pequeña recopilación, es decir, en términos de cantidad, titulada “el Rayo de las faldas”:
Leilah, llevais aun en el cuello este collar
cuyas mallas mordían a veces, riéndose,
mientras que sus grandes ojos soñaban, alejados y suaves
y que mi corazón temblaba al ruido de sus medallas.

Muchas primaveras desde han pasado sobre este tiempo
Que la felicidad inscribe a sus beneficios y pérdidas.
Leía a Paul de Kock. Tenían diecisiete años,
y el amor confundía nuestros labios inexpertos.

Alegría y confusión
Después de haber leído y haber releído religiosamente en sucesivas ocasiones estas dos bonitas estrofas, sonreía pensando al mismo tiempo en mis camaradas que me pinchaban en mi renuncia a la lectura de las obras de Laleau. Liberé suspiro, qué diría a estos camaradas, después del innegable ritual consagrado del sol al Este. Me acordaba inmediatamente que uno de los dos repite muy a menudo que es necesario aprender a perdonar, pero no es necesario nunca olvidar.
Dado que me sentía atraccion por estas dos estrofas, las cuales no saciaron mi sed, cerré la novela de Dany Laferrière en un guiño de ojo con el fin de volverme a mi pequeña biblioteca en el noble objetivo de retirar el segundo y los terceros volúmenes de la “Historia de la literatura haitiana ilustrada por textos, para saber si esta poesía, tan cautivante contuviera solamente dos estrofas.
Grande fue mi sorpresa, a la página 486 del segundo volumen de la historia de la literatura haitiana escrito por el hermano Raphaël Berrou y el doctor Pradel Pompilus, cuando leí que: “El rayo de las Faldas (1928)” es un grupo de trece poemas inspirados por mujeres y escritos para ellas. Mujeres extranjeras que el diplomático Léon Laleau encontró en distintos países y cuya la amistad o sobre todo amor supo ganar.
Estas mujeres se llaman Leilah, Aline, Elsy, Hilda, Hortense, Berthe, Georgette, Rosemonde, Alizé, etc Según estos dos autores citados más arriba, el poeta vincula a cada una de estas mujeres con recuerdos diferentes, y también similares. Por eso pregunta a Leilah, la alumna: Leilah llevais aun al cuello este collar, etc
Mientras que a la página 133 de la novela de Dany Laferrière “el gusto de las jóvenes muchachas (2005)”, Choupette, una de los personajes de esta buena novela, declara: Sé muy pocas cosas de mi abuela, a parte que el poeta Léon Laleau la cantó en una fina recopilación “el rayo de las Faldas” que descubrí en el armario, entre los paños blancos maculados de grandes manchas amarillas y que perteneció seguramente a Lala (todo el mundo llamaba así a mi abuela Leilah).
¿A quién hacer confianza? ¿a Léon Laleau o a Dany Laferrière?
A persona, solamente al texto. No incluso a los ensayistas. Por otra parte en mi simple y modesta opinión, la primera estrofa se dedicó a un haitiana quintosa y lunática de la clase media cuyos conceptos de habilidad le fueron completamente misteriosos y extranjeros.
Las prácticas o costumbres que peinaba Laleau en 1920 insisten y se manifiestan aún tanto a través de las jóvenes como a través de algunas damas del país. Además si la primera frase de la primera estrofa, por supuesto, no traduce una clase de metáfora, el poeta efectuó entonces una mezcla de mala calidad o borró simplemente a su manera las diferencias. El poeta puso en el mismo bolso el collar y la cadena. Existe, ya que hay una gran diferencia entre los dos. El primero de ordinario se revela más corto que el segundo. De ahí nadie no podría llevar un collar bien arreglada a su cuello, y a sus labios a la vez. Fue el impacto o el rayo de la falda de Leilah que lo hizo quizá perder la razón. Mientras que la segunda estrofa puede asignarse a cualquier extranjera o haitiana y podría también completar otras poesías de la misma clase.
En cuanto a Pompilus y a Berrou, no tengo ningún reproche que dirigirles. Reprodujeron exactamente el fruto de su investigación, aunque omitieron presentar la bibliografía al final de los dos primeros volúmenes de esta obra tan importante y voluminosa. Y para una vez, Choupette no dejó a Marie Erna de estallar en sollozos y otros, proporcionó una información histórica y preciosa sin saberlo.
Antoine Jeudy
Puerto-Principe el 18 de marzo 2008
http://www.lenouvelliste.com/article.php?PubID=1&ArticleID=55729&PubDate=2008-03-19
Traduccion: Jonas Jolivert
Email: jonasjolivert@free.fr

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