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domingo, 21 de noviembre de 2010

Pánico en el epicentro del cólera...Saint-Marc, zona cero de la epidemia, lucha un mes después contra el contagio

DANIEL LOZANO ENVIADO ESPECIAL 21/11/2010
Los muertos por el cólera en Haití rozan el millar Los enfermos llegaban uno tras otro, desfilando ante médicos atónitos que nunca antes habían visto nada así. Parecían marionetas sin hilos, se les iba la vida. Cuarenta casos en una sola noche, la del 19 de octubre, en el Hospital de San Nicolás de Saint-Marc. Vómitos, diarrea y debilidad absoluta. Seguían pasando las horas y la avalancha era incontenible: 400 contagios el primer día, 1.000 el segundo.
En la cercana Petite Rivière se reportaron otros 150. El laboratorio confirmó los peores temores: el cólera estaba de nuevo en Haití, casi cien años después del último caso. Se lanzó la alerta nacional, que se prolongará durante meses. Una epidemia mortal en el peor escenario posible. Ataúdes en carretillas, entierros inesperados. Llegó la tormenta perfecta, otra vez en Haití.
"¡Miedo, miedo!", dicen al unísono las enfermeras, «mucha gente ha muerto»
Desde aquel día, segunda fecha del horror en el año maldito, el pánico a una enfermedad muy contagiosa recorre la capital del departamento de Artibonite, epicentro del nuevo seísmo que asuela el país. Aquí se diagnosticaron los primeros contagiados. Aquí ya se han tratado más de 12.000 casos, casi el 60% del total nacional. Aquí han muerto cientos de personas. Aquí, en la zona cero de la epidemia, un joven fue enterrado ayer y llorado por un solo amigo. Su familia sigue paralizada por el miedo.

Los 'cascos azules' médicos
Médicos Sin Fronteras, convertidos en los cascos azules de la epidemia, llegaron a las pocas horas. Asumieron la lucha contra el cólera en la primera línea de combate. "Estábamos ante un cóctel molotov. Un país posterremoto, con desplazados internos, en época preelectoral y esperando un huracán que luego extendería el contagio", explica Ximena Di Lollo, médico argentina y coordinadora en San Nicolás.
Un mes después, Saint-Marc vive entre el miedo, la subsistencia diaria y los actos electorales. La suciedad campa a sus anchas, el agua putrefacta ha tomado un pequeño riachuelo y los mercados callejeros son tan caóticos como en el resto del país. Los chivos que les son tan apetitosos beben en charcos inmundos. La vida discurre sucia y temerosa.
"¡Miedo, miedo!" Las ocho enfermeras haitianas asienten al unísono. "Mucha gente ha muerto", explica Mariela Louise. Y todas ellas comienzan el recuento: una tía, un primo, un amigo "Y mi abuela, que murió en los primeros días. No encontramos auxilio y falleció en unas horas", relata ante decenas de pacientes que descansan esperando a que les den el alta.
Jonas Philippe pasó lo peor. Lleva tres días enganchado a un suero intravenoso, que le ha salvado la vida. "Yo compro agua purificada, pero siembro arroz, estoy siempre en contacto con el agua contaminada", relata. La voz que se le fue ha vuelto a él. En unos días estará de nuevo en el campo.
El río Artibonite es considerado el factor de expansión de la bacteria
"Esto parecía el cine de un pueblo recuerda la enfermera Clara Delacre, también argentina. Venían a ver, sin saber lo peligroso que es simplemente estar aquí presente". Delacre ha vivido crisis parecidas: "La mortalidad en principio es muy alta, luego va bajando. El tratamiento es muy simple: hidratación. Pero si no se hace, se muere".
Los primeros casos se dieron en los barrios de Frecineau y Plocoste. Pero también menudearon en poblaciones cercanas, como Grande Saline o L'Estere, cercanas al río Artibonite, al que todos consideran como el factor de expansión de la bacteria. Un cartel en el Ayuntamiento de Saint-Marc enumera las poblaciones, con fecha de 22 de octubre. La casilla de los muertos está en blanco. No quiere mentir, simplemente le superaron los acontecimientos. Como al país.

Nepalíes bajo sospecha
Las miradas son para el río, pero los dedos acusadores se levantan contra el destacamento nepalí de la ONU, con sede en Mirebalais. ¿Por qué? Es una de las grandes incógnitas. El primero que levantó su voz fue el presidete, René Préval, quien no dudó en clamar que la epidemia venía "de fuera".
"Yo siembro arroz y estoy siempre en contacto con el agua contaminada"
Después, un estudio dictaminó que la bacteria era originaria de Asia. Un reporte periodístico local sobre unos vertidos sucios en el campamento nepalí estrechó el cerco. El menosprecio que el pueblo haitiano siente por las tropas asiáticas hizo el resto. El volcán social amenaza desde hace una semana con estallar y ya ha elegido a sus enemigos: nepalíes, Minustah y el propio presidente Préval.
Ajenos a tal ebullición, la gente de Saint-Marc hace caso omiso a la presencia de las patrullas de la ONU. También niegan con la cabeza cuando se pregunta por el origen de la epidemia. La vida sigue con el colorido multicolor de la campaña electoral: los amarillos de Celestin, el delfín de Préval (también su yerno), y los verdes de la opositora Manigat, que encabeza las encuestas.
Un gran sepelio fúnebre, este sí acompañado por decenas de dolientes, recorre sus calles. Un par de horas antes, la cuñada de la fallecida no pudo contener su dolor. Murió en la funeraria, a muy pocos metros del hospital donde se lucha por la vida. Tragedia doble, como la que quiere convertir a Haití en un país imposible.

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