EDITORIAL: Con Haití, pese a todo

El ministro de Defensa reveló ayer un hecho deleznable. No solo por la naturaleza de los vejámenes sino por el abuso de poder armado, por la aplicación de violencia contra población civil, por la defraudación que significa abusar de personas de un país que permitió el ingreso de contingentes extranjeros para defender a los más vulnerables. El ministro dijo que "en un contingente nunca va a faltar alguien que se porte mal, que nos deje mal parados a todos". Debemos enorgullecernos de que en años de misiones de paz, desde la enviada al Sinaí a principios de los 80, ha habido solo un puñado de denuncias contra efectivos uruguayos. Enorgullecernos, pero cada caso debe ser investigado, esclarecido y castigado según la ley penal con competencia. Porque con una mirada internacionalista, importa menos que los uruguayos quedemos mal, como que esos hechos hayan podido suceder.
Dicho esto, queda de nuevo en el tapete el problema de nuestra presencia en Haití. ¿Qué estamos haciendo allí? ¿Hacenos el juego a EEUU?
Haití es el pionero y padre de las repúblicas independientes de América Latina. Pero desde entonces está pagando con plaga sobre plaga. Décadas de dictadura de la familia Duvalier y sus milicias dejaron al país en la mayor postración. Lógicamente, la posdictadura fue de gran inestabilidad, con alternancia de golpes militares y elecciones más o menos amañadas que a lo sumo designaban gobiernos que no tenían ni gobernabilidad ni un verdadero estado atrás para diseñar un camino de futuro.
El último de esos episodios fue una invasión armada desde República Dominicana en 2004, que obligó a huir al presidente Bernard Aristide. Cuando Estados Unidos intervino contra los usurpadores, pero no a favor de Aristide, Brasil, que tiene una visión geopolítica de largo alcance, se apuró a desplazar a EEUU por una intervención de la ONU exclusivamente latinoamericana, para restaurar la democracia. Fue la primera vez que a Estados Unidos se le escapó el canario de las manos luego de una intervención en el continente. En 2006 René Préval ganó las elecciones. Un ingeniero agrónomo integrante de un grupo de intelectuales de izquierda en pro del respeto a la Constitución. Que desde 1996 se haya apartado del partido de Aristide, no es problema nuestro. Fue el primeo que entregó su mando en tiempo y forma.
En 2010 el terremoto descargó la última crueldad sobre el país. Y de inmediato, el presidente Barack Obama envió... no médicos, sino un portaaviones para ocupar el aeropuerto, sin permiso de la ONU, bajo el pretexto de que en situaciones de catástrofe la gente se pone agresiva. Sus primeras medidas fueron darle prioridad a la llegada de sus aviones militares sobre la ayuda humanitaria del resto del mundo.
Prometieron ayuda que nunca llegó. Pero todavía están allí. Si los países latinoamericanos liderados por Brasil y amparados por la ONU nos retiramos sin que nos lo pida el gobierno legítimo, estaríamos traicionando al más castigado de nuestros hermanos. Y conste que nuestra responsabilidad no se limita a un patrullaje militar. Debiéramos extremar las medidas de cooperación internacional y solidaridad. Cada uno.http://www.larepublica.com.uy/editorial/470225-con-haiti-pese-a-todo