Martes 15 de septiembre de 2009, Radio Kiskeya
Al publicar mi crónica titulada "una izquierda vieja degradada" en las columnas del diario Le "Matin", no me imaginaba que causaría tantas reacciones. Respuestas, opiniones, artículos, emisiones de radio. Más allá de lo que piensan los unos o los otros de mis escritos, me siento feliz de poder contribuir al debate sobre la única cuestión que me parece tener una verdadera importancia. ¿Cómo transformar la sociedad haitiana en el sentido de los intereses de la mayoría de la población? ¿Cómo combatir la injusticia social, el indecente reparto desigual de las riquezas, el menosprecio de lo popular que caracteriza la formación social haitiana?
En los años que siguieron la caída de Jean-Claude Duvalier, se asistió a dos cosas: una voluntad de continuación por parte de algunos poderes (nada que se hace desde el Estado para reorganizar las relaciones sociales en el sentido de los intereses de la mayoría de la población); una voluntad de instrumentalisar el descontento popular en favor de intereses individuales de las personas al poder o aspirando al poder. O sea la represión en la cual los militares sobresalían. O sea la mascarada populista que también recurrió a formas de represión y que utilizó el bandolerismo como un arma política.
Las condiciones de producción de la riqueza como de la pobreza no han cambiado; la jerarquía social no ha cambiado; la dependencia frente a la "comunidad internacional" se ha reforzado.
A principios de los años 2000, había un semblante de toma de conciencia de la necesidad depor lo menos de una reforma radical del funcionamiento del Estado y de una nueva orientación de la organización social. En la actualidad, eso parece olvidado. Uno es cada vez más abiertamente reaccionario. Se reprocha a los pobres de querer más. Se reclama el derecho a ser rico observando como los demás se mueren de las necesidades básicas. Se reclama el derecho de beneficiarse de las riquezas del país dándoles al mismo tiempo la espalda a los demás haitianos. Poco importa que la escolaridad universal no exista, envío a mis niños a la escuela. Que importa que el sistema escolar haitiano esté en dificultad, envío a mis niños en una escuela en el extranjero… Los individuos indican abiertamente sus prejuicios, los ricos pelean ferozmente para el mantenimiento de sus privilegios.
Desde el altar del Estado, Aristide había adoptado una postura populista que lo obligaba a denunciar la injusticia social. El actual Gobierno no es populista. Es incapaz de fijar una de las prioridades, de afirmar una ideología política que guiaría su acción.
La "clase política" - para emplear una expresión que no me gusta - no propone nada que muestre una voluntad de romperse con la inaceptable explotación - exclusión - de la mayoría de los haitianos, que es una de las marcas de la formación social haitiana.
Es este nuevo discurso que es importante hoy producir. Es a esta tarea que uno debe comprometerse. ¿Quién va a hacer que para que esta sociedad produzca menos injusticia social y progrese ofreciendo a cada uno de sus miembros la oportunidad de considerarse como ciudadano haitiano? Veo mal cómo eso puede hacerse sin desagradar a algunos cuyos intereses se oponen a los de la mayoría, sin desagradar también a la "comunidad internacional" o por lo menos a algunos de sus representantes y miembros que gusta dictar órdenes y a los cuales, desgraciadamente, nuestros dirigentes tomaron la práctica de obedecer.
Es este valor desagradar que es necesario hoy. Las relaciones entre las clases sociales, las relaciones entre el Estado y la nación son tales que no se producirá bienes para la mayoría de la población el perpetuándolas. La urgencia es pensar en las formas concretas de la ruptura.
http://radiokiskeya.com/spip.php?article6179
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