Haití por fin vuelve a hacer la una de la actualidad.
Yo me recuerdo aun el final de los años 80. Justamente después del benéfico restablecimiento de la democracia que siguió al derrocamiento de Jean Claude Duvalier, los haitianos celebraban en la calle su segunda independencia. Era la gran época de las conquistas sociales.
El panorama político de Haití asemejaba un desierto árido, seco y caluroso. El régimen político sanguinario de los Duvalier había logrado su batalla político en la medida en que reinaba sin oposición sobre una población zombificada.
Después del 86, había que ser ciego de la vista y de la conciencia para no adivinar como un Nostradamus la tragedia que iba a caer sobre este pueblo sin guía, sin formación, sin líderes y sin modelos.
Nuestra trágica historia como pueblo la hemos vivido como aquel animal atrapado, a quien se le quita su piel, su carne sus huesos y su última gota de sangre. Lobos feroces se vistieron de ovejas para engañar aplicando la misma receta de Duvalier. Algunos han sabido reconocer algunos aspectos positivos de estos regímenes reputados de dictatoriales en comparación con el anarco-narcopopulismo del último sátrapa a quien le toco dirigir esta nación.
De 1986 a 2008 todos los que han tenido la suerte de dirigir esta nación han plagiado con ciertos errores las tácticas de Duvalier siempre apoyándose sobre el denominador común que ha sido, que es y siempre será la corrupción institucionalizada. Todos han robado: presidentes, ministros, directores, sub directores.
Ningún gobierno ha tomado el tiempo de hacerse las buenas preguntas sobre temas tan importantes como la educación, la salud, el desarrollo económico, el desarrollo social. Los últimos dirigentes han fomentado un odio secular en torno a una supuesta lucha de clase. Lejos de trabajar a la reconciliación, obró con esmero para profundar aun más las asperezas y divergencias en lo que a intereses se refiere. Ellos transformaron a la masa desposeída en una manada de animales salvajes con ningún respeto a las leyes y el compromiso tácito que rigen la vida en toda sociedad humana.
Las soluciones tipo empaches fabricadas por la comunidad internacional, arbitro cómplice del deterioro progresivo, continuo y certero de la situación en Haití no surten los efectos esperados por lo menos por el ciudadano haitiano.
La situación se ha ido de mal en peor. Cada día se brota una situación grave sobre una ya desesperante. Los crímenes, los kidnappings, los señores de la guerra. Las soluciones siguen siendo inadecuadas.
La pobreza pasa a ser miseria. Y se invierten costumbres y valores.
Estamos solos y sueltos en nuestro mundo hecho desierto desposeído de todo. Estamos como la serpiente que se come su cola para no morir de hambre. El ultimo bocado afectara un órgano vital y seguirá la muerte sin lugar a dudas.
Resistimos a la insalubridad des las aguas sucias ocupando las calles. Hemos sobrevivido de la competencia con los lotes de basuras ocupando todo el espacio. Una especie de simbiosis se ha creado pues hemos sacado con que vivir des las basuras e inmundicias.
El socorro siempre se hace esperar.
Hemos descubierto que la tierra podía sustituir la harina que no se puede comprar. La tierra es tierra pues se puede mezclar con agua. No se va a comprar agua limpia para diluir tierra. Así se puede coger agua sucia de las aceras, de las charcas con un poco de sal y mantequilla se moldea algo con forma de galletas. Se pone a secar al sol y se obtiene una galleta con sabor a sal y se puede comer.
Ahí se contradice todas las reglas de higiene elemental. Debemos tener una inmunidad particular por nuestra relación privilegiada con los microbios y los parásitos.
Nuestra alimentación sale de lo común como también lo hace nuestras enfermedades. Los diagnósticos se hacen o por casualidad o en fase terminal transformándonos y nuestros hijos en verdaderos monstruos.
La prensa extranjera habla de nosotros. Los reporteros se apresuran en nuestros barrios de chabolas para comprobar le increíble pero cierto.
Y todavía no hemos tocado el fondo. Las mismas consecuencias se alcanzan con las mismas causas.
Hoy en día, la preocupación de la comunidad internacional es subvencionar las elecciones legislativas con el riesgo de que el grupo de Aristide que ella misma sacó del poder regrese en la escena política. Todo el mundo sabe que esta historia de democracia y sufragio universal no puede aplicarse a un país sin cultura política.
El resultado se conoce antes del sufragio: se vota un candidato populista pero sin equipo, sin programa. Hoy hay dinero en las cajas del estado. Una vez no es costumbre. Los funcionarios son incapaces de presentar un programa viable. El idiota muriéndose de sed al lado de la fuente.
Los que están comiendo la galletas de lodo hoy reivindican concierto orgullo de haber llevado este equipo de incapaces en el poder!
Hoy en día, nosotros que sufrimos frente a la situación de deterioro del país debemos reconocer que no estamos en capacidad de resolver el sinnúmero de problemas que agobian la sociedad. No tenemos esta capacidad de entender que la situación está grave y que se necesita competencia y visión.
Frente a esta situación nuestro nacionalismo debe ceder el puesto a la razón y al sentido de la esencia humana.
La solución la tiene las que saben y pueden…La comunidad internacional debe mostrar un interés rea en ayudarnos a salir de este callejón sin salida de una miseria cada vez más extendida. Puede demostrar su buena voluntad con unas medias sencillas: controlar las cuentas bancarias de cada funcionario haitiano, impedir la salida de dinero hacia los bancos de suiza, recuperar las fortunas de Jean-Claude Duvalier, de Aristide, de Prosper Avril, de Alexandre Boniface y su familia, de Gerad Latortue depositadas en bancos extranjeros e invertirlas en obras sociales y en la compra de comida…
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