David Blair en Galletdzimé, Haití
A unas pocas millas de los pulverizados edificios de la capital de Haití, Puerto Príncipe, plácidos campos y dispersos árboles de mango se anidan al lado de cordilleras.
La parte rural de Haití está tranquila, pero ya no es productiva. La mayor parte de los campos no están cargados de cosechas, su suelo ya no es fértil, la nación no puede alimentarse y el terremoto del 12 de enero puede crear proyecciones aún peores.
La perspectiva era ya deprimente antes del terremoto. Gracias a las décadas de tala y quema de la agricultura, el 97% de la foresta de Haití había sido destruida, dejando los suelos tan degradados que muy pocos pueden producir.
Adelina Beauvoir, quien no conoce su edad pero luce de alrededor de 50 años, cultiva pocos acres fuera del pueblo de Galletdzimé. En su vida, este valle ha cambiado de una exuberante fertilidad a una pintoresca pero estéril extensión de campos.
“Veinte años atrás, la tierra era buena. Podíamos vivirla. Había abundancia de alimento y había agua”, dijo Beauvoir. “Ahora las cosas se ha puesto peor. No hay suficiente alimento”.
Las montañas cercanas han quedado totalmente devastadas. En el valle los aislados árboles de palma y de mango brindan un vistazo de cuan verde Haití pudo haber sido una vez.
Antes del terremoto, Haití dependía de las importaciones de cerca de un 80% de su arroz, el alimento básico, y algún 63% de sus cereales. Casi un 60% de la población de 9 millones estaba desnutrida. El sector agrícola, el cual era el pilar de la economía y que proveía alrededor de un 30% del producto interno bruto, estaba en problemas.
Alexander Jones, el director interino en el país para la Organización de Alimentos y Agricultura de las Naciones Unidas, dijo que el terremoto puede hacer la situación aun más seria, mientras la gente se desplaza hacia zonas rurales. Al menos 130,000 personas se piensa que han abandonado Puerto Príncipe desde el desastre.
“Estamos preocupados de que la gente está regresando a los pueblos y dice: Ok, ¿qué árboles puedo cortar para hacer carbón? Y, ¿dónde puedo encontrar un lugar para sembrar?, expresó Jones. Si hay alguna tierra que no esté siendo sembrada, usualmente hay una buena razón para ello.
Además de incrementar la población rural, el terremoto puede también trastocar la temporada de siembra anual que comienza el próximo mes. Si los agricultores no pueden obtener semillas, fertilizantes y herramientas, la producción de Haití puede disminuir aun más. “Eso significa que el nivel de importaciones tendría que aumentar, con todos los efectos en los balances de efectivo nacional, destacó Jones.
Últimamente, el terremoto demolió el Ministerio de Agricultura, reduciendo la habilidad ya limitada del Gobierno para arreglárselas. Los funcionarios haitianos se dedicaron a rescatar la base de datos que es crucial para la producción de cosechas arriesgando sus vidas y aventurándose dentro de los edificios en ruinas.
A largo plazo, sin embargo, restaurar el sector agrícola, el cual provee alrededor del 65% de todo el empleo, es esencial para revivir la economía entera.
Eso implica superar el legado de generaciones de deforestación. “Todo conduce a la depleción de los recursos naturales. Ellos han estado cortando árboles y quemando carbón por 200 años”, dijo Jones. “La gente está tratando de deforestar en las cumbres de las montañas y cuando uno se para allí es que realmente se desespera”.
La única respuesta es plantar árboles, introducir en ciertas áreas la agricultura en bancales y la recolección de agua de lluvia. En la actualidad, sin embargo, una hectárea de tierra en Haití produce cerca de 1.5 toneladas de maíz, comparado con las 15 toneladas en Estados Unidos.
Aunque mejores métodos de siembra fueran adoptados, tomaría años para que el suelo se recupere. “Es un cuadro muy complejo y no es uno que pueda ser tratado rápidamente”, agregó Jones.
¿Por qué México es el para que falta en el Bric?
GIDEON RACHMAN
Gideon Rachman
¿Cómo se sentirá ser Joaquín “El Chapo” Guzmán? El año pasado la revista Forbes lo listó como el 701 hombre más rico del mundo. Pero a diferencia de otros millonarios, el señor Guzmán no puede disfrutar su fortuna para pasar tiempo en los yates o en lujosos restaurantes.
Como el principal barón de las drogas en México, él tiene al ejército del país bajo su falda y por lo tanto tiene que esconderse en una región montañosa de 60,000 kilómetros cuadrados.
El destino del señor Guzmán y de otros narcotraficantes mexicanos es nada más que una historia de crimen. Este tiene ramificaciones políticas globales.
Los países que fueron una vez clasificados como meros mercados emergentes ahora están siendo reclasificados como poderes en crecimiento.
Brasil, la India y China, junto a Rusia, han sido famosamente etiquetados como los Brics, y son ahora jugadores políticos globales.
Con una población de más de 112 millones de personas, un ingreso per cápita que es más del doble que el de China y el acceso privilegiado al mercado de Estados Unidos, México debería estar en este grupo de poderes. Pero el problema de las drogas está arruinando su futuro.
Las cifras son horripilantes. El año pasado, la cuota de muertes en la guerra de las drogas de México fue de más de 6,500.
Por comparación, en el mismo periodo el conflicto en Afganistán reclamó las vidas de algunos 2,400 civiles.
Los violentos asesinatos relacionados al narcotráfico ascienden a 238 mexicanos en los primeros 10 días de este año solamente.
A finales de 2008, un estudio del Pentágono indica notoriamente que México está en vías de convertirse en un “estado fallido”.
Desde entonces la violencia de las drogas sólo se ha intensificado.
Estado fallido
Afortunadamente, solo se necesita emplear 5 minutos en el país para darse cuenta de que cualquier similitud entre México y un verdadero estado fallido, como por ejemplo Afganistán, es ridículo. Ciudad México, la capital, es una vasta ciudad, animada y bastante rica. La violencia del narcotráfico es espantosa. Alrededor de un 90% de las víctimas se dice que son miembros que se oponen a los carteles de drogas. La mayoría de la violencia está confinada a tres regiones relativamente pequeñas, por encima de todo, el límite de Ciudad Juárez, donde más de 2,500 personas fueron asesinadas el año pasado.
VERSIÓN AL ESPAÑOL DE ROSANNA CAPELLA
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