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jueves, 11 de agosto de 2011

Los haitianos en Tabatinga: relato de un periplo

Wooldy Edson Louidor En el corazón del Amazonas, el río más largo y ancho del mundo, nadie podría imaginar que iba a encontrar a ciudadanas haitianas y haitianos en esta región tan aislada. No son ni uno ni dos, sino más de 500 haitianos, entre hombres y mujeres, la mayoría jóvenes, que están actualmente varados en Tabatinga, ciudad brasileña ubicada a orillas del río Amazonas en la triple frontera Brasil-Colombia-Perú. El relato de un periplo….
Luego del terremoto que afectó Haití el 12 de enero de 2010, los haitianos empezaron a llegar a Tabatinga en grupos de 8 a 10 personas. Ya en julio de 2010, 140 haitianos habían transitado en esta pequeña ciudad brasileña rumbo a Manaus, capital del estado de Amazonas. En total, el número de haitianos que llegaron a Tabatinga a lo largo del año pasado ascendió a alrededor de 500 haitianos.
De enero hasta el 18 de julio de este año 2011, 925 haitianos fueron entrevistados por la Policía federal de Migración de Tabatinga, mientras que más de 500 haitianos que están actualmente varados allí están en la lista de espera para entrevistas o esperan sus protocolos de refugiados para seguir su viaje al interior de Brasil.
El viaje realizado por los haitianos de Haití a Tabatinga es literalmente un periplo. Varios de ellos transitan de Puerto Príncipe a Santo Domingo en autobús; luego, de la capital dominicana a Quito o Lima en avión y finalmente a Iquitos y Santa Rosa hasta Tabatinga en barco a través del río Amazonas. Utilizan todas las vías, es decir que viajan por tierra, aire y agua, y a veces pasan semanas e incluso un mes antes de llegar a Tabatinga. Solamente el viaje al interior de Perú puede durar de 5 a 6 días, tomando en cuenta el traslado de Lima a Pucallpa en autobús y luego de ahí a Iquitos y a Santa Rosa en barco.
En todos los puntos del largo viaje, de Haití a República Dominicana, Ecuador y Perú, fueron acogidos por traficantes a quienes tuvieron que pagar importantes sumas de dinero por todos los servicios ofrecidos por los delincuentes: transporte, alimentación, alojamiento, el traslado al próximo punto del tránsito y la ayuda brindada.
Los que viajan desde Puerto Príncipe cuentan que tuvieron que pagar, bajo amenazas, entre 200 y 1.000 dólares americanos a algunos funcionarios de una línea aérea y de la Migración haitiana desde el primer chequeo al llegar al aeropuerto de la capital haitiana hasta el último que se realiza antes de subir al avión. A fin de extorsionarlos, los funcionarios haitianos amenazaron con hacerles perder el vuelo, diciéndoles que son falsas la carta de invitación o la reservación del hotel que presentaron, documentos supuestamente exigidos por las autoridades ecuatorianas y peruanas.
El costo total del viaje de Haití a Tabatinga puede variar entre 2.500 y 5.000 mil dólares americanos. Además de invertir todo el dinero que les quedaba luego del devastador terremoto, los traficados y sus familias tuvieron que vender y/o hipotecar todos los bienes y propiedades que tenían para pagar esta gran suma. Los parientes que viven en los Estados Unidos de América contribuyen también de manera generosa a esos viajes, enviando dinero a Haití o a los países donde los traficados se encuentran en tránsito.

“No me gusta ver a mi familia sufrir”
Los impactos del terremoto que les arrebataron todo, incluso a sus seres queridos, los estragos del cólera, las condiciones infrahumanas de vida que enfrentaron en los campamentos de desplazados y el desencanto frente al actuar de los políticos haitianos y de la Comunidad internacional que no lograron devolverles la esperanza en el futuro… son tantas razones que evocan los haitianos para explicar por qué fueron forzados a huir de su país de origen en busca de oportunidades en Brasil.
A la pregunta de por qué viajó desde Haití hasta Brasil, la respuesta de Jean, uno de los haitianos, no se hace esperar: “No me gusta ver a mi familiar sufrir.”
Otro joven haitiano de apenas 20 años responde: “Necesito trabajar para poder estudiar y enviar dinero a mi madre, ya que en mi país no hay oportunidades ni de trabajo ni de estudio y mi familia tiene mucha esperanza en mí.”
“No son considerados refugiados, pero les hacemos una concesión”
Sin embargo, en una región tan aislada del mundo el lenguaje del sufrimiento no se entiende tan fácilmente. Las autoridades policiales y migratorias de Tabatinga aplican la ley de manera implacable: no consideran refugiados a los haitianos porque ellos no huyen de su país a causa de “temores bien fundados de persecución por razones de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a un grupo social determinado o persecuciones políticas”, según la definición de refugiados establecida por la Convención de Ginebra de 1951.
Los haitianos huyen de su país por la miseria y por un conjunto de factores medioambientales tales como el terremoto, los huracanes, intemperies, subraya el encargado de la migración en Tabatinga. No son calificados como refugiados, pero por “razones humanitarias” el Gobierno brasileño les hace una “concesión”, otorgándoles protocolos de refugiados para que puedan seguir su viaje a Manaus, explica por su parte el delegado de la Policía federal de Tabatinga. Este documento, con el que sueñan los haitianos, autoriza la estadía legal de los solicitantes de refugio hasta la emisión de una decisión final del Estado brasileño, luego de la examinación del proceso de elegibilidad bajo la coordinación del Comité Nacional para los Refugiados (CONARE), organismo del Ministerio de Justicia.
Esta “concesión” que hizo el Gobierno federal brasileño a los haitianos, no bajó del cielo simplemente como un regalo. Vale la pena subrayar el papel que jugaron algunas autoridades estatales para ablandar el corazón y la rigidez de las autoridades federales, esgrimiendo argumentos humanitarios y basándose en los instrumentos de derechos humanos firmados por el Estado brasileño a nivel regional e internacional.
Por ejemplo, el Ministerio público del estado brasileño de Acre, ubicado al sur del estado de Amazonas en la triple frontera Brasil-Bolivia-Perú, pidió al Gobierno federal brasileño que reconociera como refugiados a los ciudadanos haitianos, “ya que tras el terremoto no poseen sus derechos fundamentales garantizados, sufriendo con hambre, con desempleo y con condiciones insalubres del medioambiente”.
La posición del entonces Fiscal del estado brasileño de Acre, Ricardo Gralha Massia, fue clara también cuando argumentó que tanto extranjeros como brasileños tienen derecho a que su dignidad y demás derechos fundamentales sean garantizados, ya que Brasil es signatario de varios tratados internacionales que exigen que el país trate de forma adecuada a los extranjeros.

Una concesión que disminuye cada vez más
Sin embargo, esta “concesión” que hizo el gobierno federal brasileño a los haitianos bajo presión de las autoridades locales va disminuyendo poco a poco, porque la Policía federal de Tabatinga entrega un número cada vez menor de protocolos de refugiados a los haitianos, alegando la falta de recursos humanos disponibles para entrevistar a los caribeños, procesar sus solicitudes de refugio y transmitirlas a las autoridades federales de Brasilia.
Mientras tanto, los haitianos se quedan varados en Tabatinga sin poder ni seguir su viaje al interior de Brasil ni regresar a su país, mientras que a la triple frontera Brasil-Colombia-Perú llegan cada día entre 6 a 20 haitianos, que se suman a los que ya están en la lista de espera de sus protocolos de refugiados. Además, varios haitianos que lograron conseguir el preciado documento, no pueden seguir su trayecto porque no tienen el dinero para pagar el costo del viaje por barco hasta Manaus.

Los haitianos llegan engañados a Tabatinga
Los recién llegados a Tabatinga se dan rápidamente cuenta del engaño de que fueron víctimas, ya que no encuentran nada de todo lo que los traficantes les habían prometido tales como facilidades para encontrar empleos, para regularizar su situación migratoria…
Tabatinga es una ciudad pequeña que cuenta con un poco más de 50 mil habitantes y que se ubica en una de las zonas más pobres, marginadas y menos desarrolladas de Brasil. Mientras esperan sus protocolos de refugiados durante dos o tres meses, los haitianos tienen que buscar oportunidades de trabajo, en un contexto donde la mayoría de los mismos habitantes de Tabatinga no tienen acceso al empleo, para poder pagar su alimentación, el alojamiento y su próximo viaje en barco de 3 días de Tabatinga a Manaus.
Con la barrera del idioma y de la diferencia cultural y étnica, son muy pocas las oportunidades laborales que lograron conseguir tales como venta de periódicos en las calles, carga y descarga de camiones, trabajo en construcción de casas particulares, edificios y obras públicas. De hecho, son trabajos puntuales a los que tienen acceso muy pocos; por lo que se turnan cada día para que todos puedan trabajar y, así, ganar un poco de dinero que varía entre 3 y 12 dólares americanos diarios.
Al borde de una crisis humanitaria
En el contexto difícil de Tabatinga, los haitianos han tenido que aprender a convivir entre ellos y a compartir lo poco que tienen. Entre todos, preparan su comida (cuando les alcanza el dinero) y hasta cinco (5) pueden dormir en un pequeño cuarto cuyo arriendo contribuyen también entre todos a pagar.
Una feligresa de la Diócesis prestó al padre colombiano Gonzalo Ignacio Franco, encargado de la Pastoral del Migrante de la Diócesis de Tabatinga, una casa de apenas 5 cuartos y un solo baño para que pudiera alojar a algunos haitianos por tres meses. Ya pasó más de un año y alrededor de 75 haitianos están viviendo actualmente en la casa que se ve deteriorada adentro y afuera. Las condiciones de higiene en esta casa dan mucho que desear.
“Vivimos de la caridad de los habitantes de Tabatinga porque aquí no hay trabajo y nuestras familias ya no pueden enviarnos dinero, al contrario esperan dinero de nosotros”, dice uno de los haitianos.
El padre Gonzalo recolecta comida y otras ayudas de las diferentes parroquias de la Diócesis para entregar a los haitianos. A veces, el presbítero organiza rifas, partidos de fútbol y otras actividades creativas para recoger fondos humanitarios a fin de ayudar a los haitianos, ante la falta de apoyo por parte de las autoridades brasileñas y las organizaciones internacionales a favor de más de 500 haitianos que enfrentan una crisis humanitaria en Tabatinga, entre ellos 8 mujeres embarazadas.
Sin embargo, la solidaridad entre los haitianos, la caridad de los habitantes de Tabatinga y la creatividad del padre Gonzalo no les bastan del todo ante la gravedad de su situación humanitaria.
“A veces paso de dos a tres días sin comer”, afirma una joven haitiana que dice que no puede aguantar más esta situación.
“La propietaria del cuarto donde vivo junto con otros 5 compatriotas ya nos pidió su propiedad y amenaza con sacarnos de ahí si no le pagamos mañana el arriendo”, expresa otro haitiano.

La esperanza muere al último
Todos los días muy temprano en la mañana, decenas de haitianos se congregan frente a la Parroquia del Espíritu Santo de Tabatinga, donde vive el padre Gonzalo, para desayunar una taza de café y un pedazo de pan, preguntando si hay comida disponible en la despensa de la parroquia para su almuerzo o si la Policía federal de Tabatinga les va a entrevistar o dar sus protocolos de refugiados.
Todos los días por la noche llegan de 6 a 20 haitianos (a veces familias enteras con niños o mujeres embarazadas) a la misma Parroquia con sus maletas, rogando al padre Gonzalo que pidan para ellos una cita en la Policía federal de Tabatinga para que puedan ser entrevistados por las autoridades y recibir de ellas el documento tan preciado.
Del amanecer al crepúsculo, los haitianos deambulan en las calles polvorientas y calientes de Tabatinga, viendo cómo una simple escala en Tabatinga se está convirtiendo en un infierno. Para la mayoría de los haitianos, las noches no son ni para dormir ni para soñar, sino para llorar juntos, compartir sus sufrimientos, consolarse unos a otros bromeando, jugando dominó, escuchando música Kompa y tratando de renovar su esperanza, ya que creen que para un haitiano la esperanza es lo último que muere.
Wooldy Edson Louidor
Servicio Jesuita a Refugiados Latinoamérica y Caribe (SJR LAC)
http://www.alainet.org/active/48624&lang=es

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