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martes, 30 de agosto de 2011

Sobrevivir tras los escombros en Haití

La reconstrucción del país, paralizada

Rui Ferreira, Puerto Príncipe
La reconstrucción de Haití se encuentra paralizada. Los únicos indicios que se detectan de alguna recuperación de los inmuebles derruidos por el seísmo de enero del año pasado, son el resultado de la iniciativa de los mismos haitianos que, dentro de sus posibilidades, intentan reconstruir sus casas y negocios.
Veinte meses después del seísmo, las calles de la capital haitiana se encuentran limpias de escombros, el Gobierno ha logrado sacar de muchas calles a los miles de vendedores ambulantes, en un intento de dar una cierta imagen de normalidad.
Pero donde hasta hace unos meses había escombros, ahora son terrenos baldíos, y las personas que vivían en las casas que existieron allí, han montado ahora campamentos, sin las más mínimas condiciones sanitarias o de seguridad.
El Gobierno ha recibido muchas promesas de ayuda para la reconstrucción, pero la comunidad internacional apenas ha enviado una ínfima parte de lo necesario. El primer ministro en funciones, Jean Bellerive, se queja continuamente de los compromisos no asumidos y, aunque no ha tirado la toalla, intenta canalizar lo más organizadamente posible los pocos recursos que llegan.
Hemos tenido que hacer grandes esfuerzos de contención y administración. Pero hay que decir claramente que necesitamos más recursos, afirmó. Lo que ha llegado, la gran mayoría aportado por Organizaciones No Gubernamentales, ha sido utilizado en alimentar a lo haitianos o proporcionarles agua potable y medicinas. O sea, en mantenerlos a flote mientras se espera la llegada de más recursos.

La batalla de la reconstrucción
Pero muchos haitianos no han quedado de brazos cruzados y han tomado, literalmente, la batalla de la reconstrucción en sus manos. El sábado, ELMUNDO.es constató en la principal arteria de Puerto Príncipe, la avenida Delmás, como muchas casas derruidas han sido reconstruidas por sus habitantes.
El gobierno nos ayudó al sacar los escombros. Pero nada más. He tenido que buscar las cabillas, el cemento, los cables, la arena, las lozas, las tazas y los azulejos, y construir yo mismo mi casita�, dijo Claude Beaufleur, un joven desempleado, que logró " pese a todo " un microcrédito bancario para buscarse un techo. No mucho, aproximadamente unos 10.000 dólares.
'El gobierno nos ayudó al sacar los escombros. Pero nada más', dice un joven desempleadoLas nuevas edificaciones realmente no obedecen a ningún código de construcción. Las personas reconstruyen como pueden, basándose en el diseño anterior de la vivienda, pero sin ningún tipo de mejoramiento arquitectónico que, en un futuro, evite una nueva catástrofe si ocurre otro seísmo.
Cada uno hace lo que puede y como puede. Parte de la casa se cayó. Lo que he reconstruido, ha sido alrededor de lo que quedó. Aquí no vino ningún arquitecto, dijo un hombre que se identificó apenas como Anthoine, dueño de una pequeña pensión para haitianos, llamada "La Bonne Maison" (La Buena Casa). Son tres pisos que se aguantan, uno sobre el otro, literalmente, por obra y gracia del Espíritu Santo.
Anthoine tiene fe que lo que ha hecho aguante otro seísmo, pero no se pronuncia mucho más sobre ello. "Esperemos, a ver que pasa", dice. Para algunos, estas reconstrucciones particulares han significado la posibilidad de un empleo precario, pero un empleo al fin y al cabo, en medio de una sociedad donde el desempleo alcanza niveles estratosféricos.
Aunque en Haití existen empresas constructoras, los inmuebles son reconstruidos por miembros de la misma familia, amigos o personas contratadas para ello. Pero los haitianos están cansados. Han sido 20 meses de una lucha intensa por la supervivencia, al cabo de escuchar un sinfin de promesas de todo el mundo, pero con pocos resultados a la vista.
"El diablo todavía no se ha ido de aquí. Parece que vino para quedarse", dijo una mujer haitiana, que sobrevive resignada de la venta de ropa usada que su familia envía de Estados Unidos.
Es una vendedora callejera, que además de la adversidad de la pobreza, lucha ahora contra una, poco entendible, decisión de las autoridades municipales de la ciudad, que ordenaron el desalojo de los vendedores ambulantes de las principales arterias de Puerto Príncipe.
La gran mayoría de los haitianos siempre vivieron del comercio informal, de hecho no conocen otro modo de vida, por ello les es difícil entender porqué, en medio de toda la desgracia, las autoridades no los quieren en las calles, en sus puntos tradicionales de venta donde han logrado, por años, asegurar una clientela fija. "¿Si me voy de aquí, a quién voy a vender?", dice.

Desalojo de vendedores ambulantes
El Gobierno municipal aduce que los vendedores ambulantes debieron ser desalojados porque sus actividades ensucian mucho la ciudad, son nocivas para la salud por la basura que generan y difíciles de controlar.
'El diablo todavía no se ha ido de aquí. Parece que vino para quedarse', cuenta una mujer que sobrevive vendiendo ropa usadaSin embargo, la realidad es que están siendo mucho más estrictos en aplicar la regla en los barrios populares que, por ejemplo, en Petionville, el área donde viven los haitianos más acaudalados.
Allí, se mantienen miles de puestos callejeros, calles enteras, de vendedores de frutas y verduras frescas, que provocan atascos monumentales, porque los compradores detienen los vehículos en cualquier lado y negocian la compra a través de la ventana del coche.
Y no arrancan hasta que hayan comprado todo lo que quieran. Para desesperación de los demás chóferes, que tienen que esperar todo el tiempo bajo un calor infernal.
http://www.elmundo.es/america/2011/08/28/noticias/1314496543.html

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