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viernes, 10 de diciembre de 2010

El racismo contra Haití: Estrategia histórica del disimulo imperial

Por: Yarisma Unda* Fecha de publicación: 10/12/10
He venido aquí a conversar con haitianos y venezolanos sobre Haití. Es difícil, y para mi absolutamente inadecuado, hablarle a nacionales sobre su nación, hablarle a los sufridos sobre su sufrimiento, no he cultivado esa capacidad, quizás si la tenga un sabi@, un maestr@, un filósof@, pero yo no soy nada de eso.

Lo que sí puedo hacer es hablar desde mi lugar cultural de las rutas del sufrimiento de mi pueblo, las rutas de la libertad transitada por nosotros desde Venezuela, quizás contando nuestras propias penurias podamos conectarnos en el sentir de una lucha y conectarnos con una praxis de libertad que trascienda los territorios nacionales, las fronteras marítimas y como quien dice, encender la praderaDesde allí, viendo a Haití y pensando en mi pueblo venezolano y particularmente en mi pueblo llanero, les cuento que he comprendido al racismo como excusa y máscara usada históricamente para avanzar hacia formas perversas de opresión.
El discurso discriminante hacia nuestras sociedades, siempre ha sido la llave de entrada de procesos mucho más complejos de despojo territorial, económico y de desintegración de culturas enteras.
En Venezuela, específicamente en los llanos, a lo largo de siglos, los oficiosos de la sociología positivista sembraron la idea de que somos un pueblo “salvaje”, “incivilizado”, “inculto”, incapaz de autodeterminarnos, de emprender algo perdurable, próspero, trascendente.
Esto no solo es el pasado de la sociología en lo que se refiere a nuestra cultura llanera, aun hoy día pesa esa valoración discriminante de nuestra etnicidad. Según esa visión somos atroces, violentos, rudos, brutos, atrasados, si no pensemos en todo el discurso racista que se ha elaborado alrededor de las grandes masas que acompañamos al proceso bolivariano y si queremos revisar un ejemplo mucha más visible revisemos como se ha confeccionado el discurso racista alrededor de la figura del comandante presidente y llanero Hugo Chávez.
Leyendo y conversando sobre Haití una se encuentra con todo un testimonio histórico en la voz de religiosos, científicos, Estados y organismos internacionales que han participado en la creación de una realidad oprimida desde el discurso del mal llamado racismo.
Un Secretario de Estado norteamericano quien justifica la invasión de 1915, explicando que la “raza negra” es incapaz de gobernarse a sí misma, “tienen una tendencia salvaje y una incapacidad física de civilización”.
Un demógrafo que intenta explicar las raíces de la pobreza desde la superpoblación y ésta se explica a si misma porque en Haití la mujer siempre quiere, y el hombre siempre puede.
Unos científicos sociales, Linneo, Montesquieu y Hume para quienes los esclavos, negros desde los pies hasta la cabeza, tienen la nariz tan aplastada que es casi imposible tenerles lástima. Para ellos además, en una repulsiva y promiscua convivencia de ciencia y religión, era incomprensible que su Dios sabio, habiese puesto un alma buena, en un cuerpo “enteramente negro".
Agregaban que los negros eran esclavos por naturaleza y vagos también por naturaleza, y la naturaleza, cómplice del orden social, era obra de su Dios.
"Vagabundos, perezosos, negligentes, indolentes y de costumbres disolutas", quienes "puede desarrollar ciertas habilidades humanas, como el loro que habla algunas palabras".
Paralelo a todo esto, la exaltación de la fuerza productiva de esta mano de obra, de su importancia en el equilibrio de los precios internacionales del azúcar y así avanzó la devastación de las materias primas, el debilitamiento de la entereza haitiana y la opresión más emblemática de la trituradora imperial.
Hoy día Haití es un territorio de experimentación bacteriológica, quizás como lo fue Manchuria con el vibrión colérico en la segunda guerra mundial.
Un territorio con consecuencias por experimentación geofísica proveniente del Programa de Investigación de Aurora Activa de Alta Frecuencia (HAARP), que trabaja formalmente desde 1993 con máquinas de modificación y control del clima, financiado por la Fuerza Aérea y la Marina estadounidense y por la Universidad de Alaska; este programa es capaz de crear campos de concentración de ondas de alta frecuencia en nuestra atmósfera que están desencadenando variaciones impensables en el clima planetario y que ha sido denunciado por los rusos y canadienses desde hace varios años.
Es además Haití un territorio de experimentación militar, donde se pasó de tener un ejército de ocupación con militares de un ejército de nacional a un “ejército de paz” integrado por soldados de ejércitos provenientes de naciones pobres, como los de Nepal agrupados en la MINUSTAH que ”controla” el orden en la nación del Caribe.
Es Haití definitivamente un borde civilizacional, un filo de navaja por el que caminamos todos los pueblos y las culturas que decidimos el camino de la emancipación desde nuestros lugares culturales, desde los propios territorios de una etnicidad generosa y diversa.
Todo esto definitivamente va más allá de las expresiones históricas del racismo. Estamos frente a un proceso de dominación imperial a escala planetaria. Grande reto, si definitivamente tan grande como nuestra fuerza y deseo de libertad. En esta lucha el llamado estratégico es a encontrarnos en la solidaridad como ternura de los pueblos, así, tal cual la definió hermosamente nuestro eterno Che Guevara.
Socióloga.
yarisma.unda@gmail.com
http://www.aporrea.org/internacionales/a113716.html

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