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lunes, 27 de diciembre de 2010

«Los niños haitianos viven un horror»

La cántabra Lucía Lantero relata la pesadilla que vive el país en una carta enviada a su madre 27.12.10 - 00:02 -
No tengo mucho tiempo para escribirte, mamá. Debo volver a cruzar la frontera pronto, ya que los militares se están poniendo cada día más pesados incluso con los extranjeros por el tema del cólera. Antes quería contarte lo que estamos haciendo para ver si puedes ayudarnos. Tú me conoces y sabes que siempre se me ha dado bien expresar, hablar, escribir cosas, pero para explicarte todo esto no existen palabras que le hagan justicia. Por eso me gustaría que vinieras a verlo, porque solo así entenderías realmente por qué he decidido hacer lo que estoy haciendo.

Hoy me he pasado la mañana entre abogados acompañada por los agentes de Unicef de la zona que nos están aconsejando en los procedimientos legales que necesitamos para constituir legalmente la organización para ocuparnos de los niños que tenemos a nuestro cargo, ya que ahora todo es ilegal y, tristemente, corremos el riesgo de que nos puedan denunciar simplemente para sacarnos algo de dinero.
Cada día esto es más duro. Estamos construyendo la casa que ya sirve como orfelinato, pero que aún no tiene ventanas ni puertas ni electricidad ni baño. Aquí esto es de lo más normal, ya que nadie tiene baño ni agua ni electricidad. Nadie menos las organizaciones internacionales en la zona, que viven como dioses en medio del infierno. Pero bueno, ese es otro tema, tan triste y aberrante, tan largo y frustrante, que prefiero guardar para otro día.

De la gravilla al colchón
La cuestión es que el Padre Antonio Fernández, párroco de la iglesia de Pedernales, en la República Dominicana, nos ha donado siete colchones para que duerman los niños y, bueno, ya por lo menos no tienen que acostarse en la gravilla que hace de suelo de la casa. He comprado sábanas y mantas, pero como muchos de ellos no recuerdan haber dormido nunca en una cama no saben muy bien qué hacer con las sábanas, así que no las utilizan. Cuatro de ellos se hacen pis encima, y 'pas' también, así que he tenido que contratar a una mujer vecina para que venga a lavar y limpiar todos los días. Hasta ahora lo hacía yo, pero me pasaba cinco horas en el río, entre la gente que esta lavando bicicletas y motos y los que están haciendo sus necesidades un poco más abajo, ya que aquí la playa, cualquier árbol y el río son baños públicos. ¿Cómo van a pretender controlar el cólera? Es un absurdo.
También he contratado a un profesor, a un guarda por las noches y a una mujer que viene a cocinar para los niños. Pero comprar la comida es una pasta, alucinas lo caro que es: aquí solo encuentras arroz, abichuelas y aceite. Esperamos que el PMA (Programa Mundial de Alimentos) nos empiece a donar comida a partir de que se acaben las vacaciones y que las huelgas de transporte se terminen debido a la inestabilidad política del país. Conseguir legumbres y verduras es el lujo más ostentoso y así están todos, con unos niveles de anemia y desnutrición increíbles. El alcalde me dijo que un estudio que han venido a hacer unos americanos a la zona revela que el 50% de la población de esta región come una vez cada dos días, afortunados en realidad. Te estoy escribiendo y se me están cayendo las lágrimas, es tan triste...
Cada día tengo a más gente en la puerta de casa, ofreciéndome a sus hijos. Las madres me dicen orgullosas que sus hijos son buenos trabajadores y que sus hijos ya no se hacen ni pis ni cacas, niños de 3, 4, 10 años, muchísimos bebés también. Sus madres son incapaces de darles de comer, así que te los regalan...
Otros de los niños que tengo fueron traídos desde Puerto Príncipe después del terremoto, ya que sus padres habían muerto. Vinieron a esta zona en busca de familiares lejanos que les pudieran atender, pero nadie se puede hacer cargo. Los niños acaban donde yo les encontré, en la calle, comiendo basura y exponiéndose a mil abusos.

«No puedo acoger a más»
Yo ahora no puedo acoger a más niños, ya que los siete que tengo tienen niveles de agresividad enormes, están todo el día pegándose. Hoy uno cogió un machete, a otro le quité un cuchillo el otro día. Ellos repiten lo que les han hecho y con marcas físicas tan obvias que sirven como testimonio. No es difícil de entender que no sean capaces de hablar, sino de pegarse. A uno le falta la parte superior de la oreja, otro tiene la mano inmóvil, ya que un señor de Pedernales le dio un machetazo en la muñeca porque estaba robando en su basurero. Marcas de cadenas en la espalda y demasiados abusos sexuales.. Un horror. ¡Es tan difícil que cambien de actitud!. Los psicólogos de Save the Children y de Cunani vinieron a verlos el otro día y me dijeron que si estos niños estuvieran en otro país probablemente estarían en un centro psiquiátrico. Tienen ataques de ansiedad a diario, no entienden que no les peguemos, pero si les castigo sin cenar o sin ir a las actividades que hemos preparado para ellos entonces lloran durante horas diciendo que nadie les quiere y que sólo les trato así porque no tienen familia ni casa ni nadie que les proteja. Es una pesadilla y yo estoy muy asustada, ya que necesitamos a expertos trabajadores sociales con urgencia. Sin embargo, en las dos reuniones que hemos tenido en ambos lados de la frontera, en Haití y en República Dominicana, parece que no entienden que yo pida tanta ayuda psicológica y suplen sus carencias emocionales haciéndonos mínimas donaciones de cemento o de arena para que continuemos construyendo el orfanato, y así se quedan tan contentos.
La reunión de la semana pasada en la parte haitiana fue impresionante. Habíamos invitado a la Cruz Roja, la Minusta (Misión de las Naciones Unidas Especial para Haití), el hospital, al alcalde, a Unicef, a Save the Children, a US AID y a diferentes personas encargadas de asegurar los derechos humanos en las zonas fronterizas. Vinieron todos y fue increíble, ya que a muchos les molestó que hubiéramos acogido a los niños en una casa, porque si nosotros somos los que creamos la organización, entonces nosotros controlamos que el dinero sea para los niños, y eso aquí no gusta nada porque en Haití el dinero que llega es para todos menos para los que lo necesitan.

«Se me parte el alma»
Sueldazos, proyectos multimillonarios en los que el dinero desaparece antes de llegar. Unicef nos está ayudando mucho con esos problemas, y la verdad es que aunque va a ser caro y largo, nos han asegurado que ellos se encargan de ayudarnos a hacerlo todo legal. Pero probablemente por niño, las autoridades y los buitres burocráticos nos pidan pagar por temas de papeleo unos 500 euros, así que nos aconsejan que nos lo pensemos a ver si queremos tenerlos de forma legal o de la forma más fácil, que es la ilegal. Como son ilegales. todos los niños haitianos que trabajan en el 99% de las casas de Pedernales son esclavos. Se me parte el alma.
Nada más llegar a Haití, antes de conocer la realidad de los niños y de aventurarnos a recogerlos y cuidarlos, yo estaba haciendo lo que vine a hacer: trabajar con agricultura ecológica y permacultura y enseñar a las mujeres de diferentes comunidades como tener sus propias semillas y mantener los alimentos con métodos de conservación. Fui para la Alta Gracia y Banano con el padre Antonio (todo un personaje) y una señora nos invitó a su casa a comer después de misa y del curso que les di. En su casa había una niña. Yo pensé que era su hija, ya que aún no sabía distinguir a los dominicanos de los haitianos. La niña estaba lavando los platos y yo terminé y fui para que ella se sentara a comer. Le dije qué buena era su mamá por habernos invitado. «La señora no es mi mamá», me dijo. «La señora me está criando». Yo me quedé sorprendida y le pregunté que dónde estaba su mamá y me dijo que estaba en Chote y que ya había conseguido trabajo, pero que la señora no le dejaba irse porque decía que ya la había criado. Tenía la espalda llena de moratones y me enseñó donde dormía ¡Y lo hacía con el perro! Tiene siete años. No sabes las ganas que me dio de llevármela. Pero pensé: me la llevo y a los dos días va a traer a otra niña. Como ella hay miles. Mientras la gente se muere de hambre en Haití los dominicanos se aprovechan tratando a los niños haitianos como ratas.
Esto emocionalmente es muy fuerte. Me encantaría recoger a todos los niños, pero no puedo. Primero necesito a gente experta que me ayude, psicólogos y trabajadores sociales. Alexis y yo nos hemos gastado ya mucho dinero en la casa y en todo, y ya pronto nos vamos a quedar sin los pocos ahorros que ambos teníamos. Si para entonces la organización no está legalizada y podemos optar a donaciones de entidades tanto públicas como privadas, entonces.... Yo creo que me voy a ir a trabajar a uno de los cruceros de aquí del Caribe, para conseguir algo de dinero y que Alexis se quede mientras yo no estoy, y él también dice que si vuelve a Francia ahora por Navidades puede conseguir algo de dinero.
Así que es todo muy difícil, pero yo intento concentrarme en las pequeñas cosas: en comprar el cemento, el carbón y el pescado para la cena hoy. En que Wilson se tome la pastilla para desparasitarles y que Michellin se tome el jarabe a las seis. En construir un baño seco para los niños, en pedir presupuesto para una bomba que traiga agua del pozo, en buscar otros presupuestos para literas, que ahora me han dado uno por 18.000 pesos, unos 300 euros. Aunque te intentas concentrar en las pequeñas cosas, aquí todo cambia cada segundo. La gente que está enferma y no tiene dinero para entrar al 'hospital' te viene a buscar para que les acompañes a intentar cruzar la frontera, alguien con malaria o dengue que no tiene dinero para comprar medicamentos. Y ahora con el cólera ni siquiera tienen suero».
Lucía Lantero, una joven cántabra licenciada en Ciencias Gastronómicas, llegó a Haití hace varios meses para trabajar y formar sobre agricultura ecológica, pero la cruel y sobrecogedora realidad que encontró es este país la llevó a involucrarse en un proyecto solidario volcado en los niños, los más indefensos y los más castigados: condenados a la esclavitud, víctimas de brutales abusos sexuales, de maltratos, de enfermedades, abandonados en las calles, muertos de hambre... En una carta enviada hace unos días a su madre, Memi Escarzaga, relata, con impotencia, miedo y angustia, la dramática situación en torno a la cual gira su día a día. Hace casi un año que Haití sufrió un devastador terremoto que se cobró 300.000 vidas y dejó 1,5 millones de damnificados. A día de hoy sigue luchando contra una epidemia de cólera que ya ha causado más de 2.500 muertes.
http://www.eldiariomontanes.es/v/20101227/sociedad/destacados/ninos-haitianos-viven-horror-20101227.html

1 comentario:

Anónimo dijo...

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