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viernes, 20 de agosto de 2010

VARIOS MESES DESPUÉS DEL TERREMOTO, LA SITUACIÓN DE ESA NACIÓN SIGUE SIENDO CADA VEZ MÁS PRECARIA

La tragedia de Haití

Hugo Guiliani Cury, Santo Domingo
Hace ya unos años hice un extenso trabajo sobre Haití indicando que era uno de los primeros diez Estados fallidos a nivel mundial y donde indicaba cuál era la solución para sus problemas. Luego, y a raíz del terremoto, escribí un artículo titulado “No más de lo mismo para Haití”, donde reiteraba los conceptos del trabajo anteriormente indicado, y sugería cómo la comunidad económica internacional tenía que actuar bajo el nuevo escenario que se había presentado en Haití. Pero todavía varios meses después del terremoto la situación de esa nación es peor y eso se refleja en un reporte del Comité de Relaciones Exteriores del Congreso norteamericano donde le indica a su gobierno el actuar con mejor coordinación y mayor presteza.
También la dramática situación de esa nación es reportada por el periódico “El País” de España en su edición del 15 de agosto del presente con un reportaje que titula “Haití, una gota del África más pobre en el Caribe”.
Más de un millón de haitianos viven en unos 1,400 campamentos de carpas plásticas que fueron improvisadas después del terremoto. Los días transcurren y a nadie parece importarle cómo se vive en esos campamentos y lo que allí ocurre. Estados Unidos y la comunidad económica internacional ahora están esperando que en Haití se pueda tener un gobierno democráticamente elegido y que este sea capaz de llevar a cabo un plan de reconstrucción en forma ágil, organizada y sin corrupción.
En la búsqueda de soluciones para Haití, la comunidad internacional y Estados Unidos durante años han tratado de exportar el modelo democrático. Se han celebrado elecciones, se han elegido gobiernos y eso no ha funcionado. La realidad es que allí no están presentes las instituciones que hacen funcionar a un régimen democrático.
Hay que recordar que la democracia es el último paso en el proceso de construcción de un Estado.
El terremoto demostró que en Haití no había gobierno ni instituciones que fueran capaces de dar la más mínima protección a sus ciudadanos.
La falla de la comunidad internacional sigue siendo no reconocer esa situación.
Eso lo que significa es que la comunidad internacional ha carecido de visión, de gente competente que sepan conjugar el verbo “hacer” y de valor para reconocer que Haití no puede gobernarse por sí mismo. Esos países donantes deberían preguntarse cuántos miles de millones de dólares han gastado en Haití desde el 1995 al presente y qué se ha logrado con eso. Si ellos no conocen la respuesta yo se las daré. Esos recursos han sido gastados en la llamada ayuda humanitaria que nada resuelve, pues una porción hoy se la comen y al otro día la defecan, mientras que otra parte la revenden; y otra parte en carpas plásticas, una gran porción en gastos militares para las tropas de la ONU, y otra porción en pagarles a extranjeros para que organicen elecciones.
Ni un solo centavo ha sido gastado para las obras de infraestructura y las inversiones reales que sirvan para propulsar el desarrollo de esa nación y así lograr que los haitianos trabajen y puedan valerse con su propio esfuerzo. Pero si ustedes no me creen vayan allí y pregunten por las obras que se han construido con su dinero y estoy seguro que nadie podrá enseñárselas, pues no existen.

Hacer lo correcto
Hay que dejarse de eufemismos e hipocresías y hacer lo correcto para lograr que esa nación salga de la miseria.
En un caso como éste lo mejor hubiera sido establecer un “Protectorado”, pero el capítulo XII, artículo 78 de la Carta de las Naciones Unidas, indica que no es posible hacerlo en territorios que hayan adquirido la calidad de miembros de esa organización, y ese es el caso de Haití. ¿Cómo entonces conciliar esto con la realidad de esa nación? Es necesario buscar otros mecanismos para lograr una conciliación entre la inmutabilidad del principio de la igualdad soberana con la realidad de un pueblo que desesperadamente necesita no sólo la ayuda de la comunidad internacional, sino también que ésta sea bien dirigida y aplicada.
Una opción es llegar a un acuerdo para aplicar el esquema de lo que se podría denominar como “Gobierno Compartido” y bajo el cual los poderes serían divididos entre los dos principales actores de este proceso durante un tiempo acordado entre las partes. En consecuencia, algunas áreas del Estado serían manejadas por los países donantes, mientras que otras serían dirigidas por los haitianos.
Solucionado ese difícil aspecto político, en Haití se hace necesario crear un escenario que logre hacer percibir al pueblo de esa nación que su construcción es una realidad y en el que ellos se incorporen. Es un proceso de construcción y no reconstrucción pues en Haití después del terremoto no hay nada que reconstruir y todo debe comenzar de nuevo. Esto debe tener un rápido inicio que se traduzca en empleos y salarios para el pueblo haitiano. En esa forma sentirán en forma inmediata que la comunidad internacional está haciendo algo a favor de ellos y su país. El instrumento para ejecutar el proceso de construcción sería una Agencia Internacional bajo la modalidad de una Corporación de Desarrollo.
Esta corporación deberá ser autónoma y dirigida por expertos extranjeros. Su principal fuente de recursos serían los aportes que harán el grupo de países donantes y los fondos provenientes de los organismos internacionales.

Mientras que sus principales funciones serían:
1.- Diseñar el programa de la reconstrucción. 2.- Licitar las obras a realizar.
3.- Recibir los recursos donados y hacer los desembolsos según los compromisos contraídos.
4.- Velar y Supervisar el cumplimiento de los trabajos según el calendario de ejecución. Un programa de esa naturaleza necesitará en la primera fase de cinco años de unos 8,000 millones de dólares. Paralelamente a esa Corporación se debe crear otra entidad independiente y autónoma que la supervise y audite con la finalidad de velar por el cumplimiento del programa y el buen uso de los recursos.
Recursos. Ni un solo centavo de la cooperación
 internacional ha sido gastado para las obras de
 infraestructura y las inversiones reales  que sirvan
para propulsar el desarrollo de esa nación,
plantea el autor.

Ya no es posible seguir evitando el compromiso de largo plazo, el no querer asumir la responsabilidad y el costo financiero de poder hacer de Haití una nación viable. Por ello es indispensable poner a funcionar un esquema político diferente y funcional. Se necesita llegar a un compromiso de un gobierno compartido o lo que también podría ser denominado una “Alianza Estratégica”. Al cabo de unos diez años o quince años bajo un esquema como el indicado, Haití habrá podido sentar las bases de su desarrollo económico y social.
Eso le permitirá poseer las instituciones que hacen viable a la democracia y es en ese momento que Haití será un Estado-Nación capaz de manejarse bajo un régimen democrático. No querer reconocer esto es lo que ha llevado a ese pueblo a la presente situación.
No hay tiempo para seguir improvisando y haciendo más de lo mismo que se ha hecho en el pasado. En Haití no existen las organizaciones que pueden hacer funcionar a un modelo democrático y no es posible seguir creyendo que las elecciones serán una solución ni que el liderazgo haitiano se reinventara y será capaz de conducir a ese país por los senderos de una democracia progresista.

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