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viernes, 31 de agosto de 2012

Meditación sobre el alma haitiana

Presentada en La Habana la más reciente novela del escritor caribeño Ernest Pépin, Réquiem por María Soledad, una pieza compleja y dramática, en la que el brillo de Haití parte justamente de la resistencia a sus opacidades por Cristina Hernández
La piel mulata hizo de Regina objeto de un secuestro. Hija de un blanco y una negra haitiana, al verla los sicarios creyeron que podía provenir de una familia adinerada y así obtener de ella un rescate oneroso. Sin embargo, su padre es un sacerdote que no conoció, y su madre una mujer pobre que se resiste a perderla. Con este argumento se desata la más reciente novela del escritor caribeño Ernest Pépin, como un pretexto para profundizar en la realidad de las capas sociales más bajas de Haití, marcadas por la miseria y la violencia. Réquiem por María Soledad será leído en español primero que en la lengua en que fue escrita, gracias a la publicación de la editorial cubana Arte y Literatura, con la traducción de Lourdes Arencibia desde el francés, y Anna Kovac, a cargo de los fragmentos en creole. La complejidad lingüística, con la utilización de ambas lenguas en un estilo marcadamente poético, resulta uno de los principales atractivos de esta pieza. Asimismo, la vida en retrospectiva de ambas mujeres —María Soledad y Regina— simboliza los conflictos recientes de la sociedad haitiana, con una larga data de vejaciones. Con la intención de presentar su novela en la Isla, el escritor pasó varios días en La Habana, en los que tuvo la oportunidad de intercambiar con colegas y lectores, especialmente durante el lanzamiento de la novela en el espacio Sábado del Libro, organizado en la Plaza de Armas por el Instituto Cubano del Libro el pasado 18 de agosto. Nacido en 1950 en Guadalupe, Pépin ha sabido plasmar en su literatura las esencias de los dilemas de la región caribeña. Esta es, a su juicio, una de las principales intenciones de su trabajo, no solo en lo propiamente escritural, sino desde la dirección de la Secretaría del Comité de Cultura, Educación y Medio Ambiente de su país. “Siempre quise que hubiera una visión caribeña de nuestra cultura, de nuestra literatura. La unión de los escritores de la región es fundamental. No podemos encerrarnos en una frontera”, comentó en un encuentro con la prensa cubana, celebrado el miércoles 15 de agosto en el Centro Cultural Dulce María Loynaz. El también poeta, dramaturgo y periodista, citó a Derek Walcott para recordar que “nuestra historia es submarina” y hay vínculos que hacen del Caribe una unidad. “Cuando estoy en el Caribe me siento en mi casa. Siempre está presente una conciencia de la historia que nos atraviesa. Puedo ser haitiano, cubano, jamaicano, porque hay vínculos y rasgos comunes que existen también en el plano de las esperanzas”, señaló. Precisamente es por esa necesidad de vivir el Caribe como una totalidad que el autor de Au verso di silence (1984), Salve el salive (1986) y Remolino de las palabras libres (Premio Casa de las Américas 1991) ha puesto su mirada literaria en la realidad haitiana. Según explicó en este encuentro el ensayista cubano Roberto Zurbano, Réquiem por María Soledad resulta el itinerario del largo viaje de su autor por el conocimiento de Haití, como continuidad de temas ya apuntados en algunas de sus obras anteriores. A decir del estudioso, la novela transcurre en tres planos: la descripción del Puerto Príncipe anterior al terremoto, el del lenguaje poético y el de la vida en el sótano de una sociedad. Pépin recibió a Haití a través de las obras del martiniqueño Aimé Césaire, quien le inspiró su pasión por este país y por el Caribe. Desde entonces ha estado presente en varios de los principales acontecimientos de esa nación, ha tenido contacto con su gente y se ha nutrido del imaginario que crea la literatura para llegar a conocer profundamente los sentidos del alma haitiana. “Este libro más que una novela es una meditación. Quise escribirlo como mi homenaje no solamente a Haití, sino a su historia épica, y también a las figuras que han marcado y siguen marcando ese país”, reconoció. Desde esa conciencia del pasado, la novela habla también sobre el futuro de esa nación caribeña, sobre su juventud. “Es una historia en el fondo bastante trágica, porque Regina no es salvada”, explicó el novelista. “Pero esto es algo que se inserta en la historia haitiana. El cuerpo de la muchacha aparece descuartizado y para mí esta fragmentación representa lo que ha sufrido Haití, que está hecho pedazos como país”. A través de la lucha que lleva a cabo María Soledad por recuperar a su hija a cualquier costo, Pépin quiso evidenciar las penas y sueños de ese país, las fuerzas que a través de la historia caribeña han tenido sus mujeres. “Lo más importante para mí es una frase del final: Haití no va a morir”, apuntó. Ese desafío a la realidad deshumanizante, a la miseria que genera crueldad, hace de esta novela una pieza compleja y dramática, en la que el brillo de Haití parte justamente de la resistencia a sus opacidades. Su publicación en español antes que en la lengua original, es prueba también de la condición caribeña y universal de la narración. Pépin es presidente de la Fundación Alejo Carpentier en Guadalupe, dedicada a difundir la cultura cubana y caribeña. Entre sus obras narrativas más destacadas se encuentran las novelas L’Homme au Baton (1992), L’Envers du décor (2006) y La pantalla roja (1998), publicada en Cuba por la Casa de las Américas en 2010. Tomado de La Jiribilla http://laventana.casa.cult.cu/modules.php?name=News&file=article&sid=7049&mode=thread&order=0&thold=0

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