El ave carece de signos exteriores que evidencien alguna diferencia significativa y, más bien, es de corta estatura y pocas carnes para su edad estimada, unos dos años, época en que esa especie adquiere suculencia, como algunas humanas.
Los huevos verdes le vienen a Jumita como caídos del cielo debido a la crisis provocada por la veda impuesta por Haití a la importación de productos avícolas dominicanos.
Las otras, las 40 mil anónimas ponedoras de huevos monocromáticos, fueron despachadas hacia los mataderos pues los criadores se dicen incapaces de mantenerlas debido a los altos costos y la acumulación de ejemplares.
La restricción haitiana, que cumple cinco semanas el próximo lunes, ha provocado lo que ha dado llamarse la guerra del pollo entre ambos países, que comparten la isla Hispaniola y cuyos nexos en ocasiones adquieren matices ríspidos.
Puerto Príncipe impuso la medida tras la detección en la ciudad oriental quisqueyana de Higüey de varios gallos de lidia contagiados con el virus H5N2, causante de la gripe aviaria.
Desde la promulgación de la veda, los criadores dominicanos pusieron el grito en el cielo, reportaron pérdidas diarias por unos 170 mil dólares y demandaron a su gobierno accionar de inmediato para lograr su derogación.
Intercambios de visitas oficiales, incluida una entrevista en Puerto Príncipe del secretario de Agricultura dominicano, Salvador Jiménez, con el presidente haitiano, René Preval, han sido incapaces de desbloquear la situación.
La parte haitiana demanda que la Organización Internacional de Epizootias certifique la inexistencia de fiebre aviar en Dominicana, un trámite que Puerto Rico, cuyo gobierno adoptó una decisión similar, pasó por alto para reanudar las compras.
Un grupo de trabajo de esa entidad es esperado aquí, pero mientras llega, la confrontación bilateral bordeó la beligerancia el lunes pasado cuando comerciantes dominicanos bloquearon el paso de los haitianos a Dajabón para la feria semanal.
Esa localidad occidental dominicana, y otras, son sedes los lunes y viernes de un fluido comercio bilateral en el cual los productos avícolas eran protagonistas hasta la imposición de las restricciones.
La tensión, sin embargo, quedó en ese punto pues este viernes haitianos y dominicanos hacían sus transacciones sin mayores novedades en Dajabón, aunque sin presencia de pollos, sus derivados y ni siquiera sopas enlatadas, acorde con reportes desde esa zona.
Aunque la minicrisis se mantiene con un perfil bajo, ha fortalecido criterios adversos a los haitianos vigentes en Dominicana por razones históricas e incluso étnicas, por difícil que sea explicar esto último.
Nadie,aquí y ahora, está en condiciones de pronosticar qué consecuencias puede tener el caso en situaciones similares y si servirá de precedente para acciones de respuesta llegado el caso.
En ese paisaje convulso, Jumita, la gallina de los huevos color de mar, sigue impertérrita su labor sin saber a ciencia cierta que, de alguna forma, ella acaba de librarse de ser una de las bajas en la guerra del pollo Autor:
Moisés Saab
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