El infierno, esta bien aquí, aunque no haya signo. La tierra no sangra ya. No sangrará ya, se vacía. Si crecen aún cacahuetes en espacios desnudados, los árboles desaparecieron. Incluso los cactus y el “bayawonn” están en via de desaparición. Está claro que Dios ya no pasa por allá. El se rindió y la miseria reina en amo.
Las caras están palidas, la gente va al paso. Ni siquiera tienen ya deseo de compadecerse. ¿Para qué? Eso hace así mucho tiempo que se los olvidó. ¿Además, por qué dirían lo que todo el mundo puede ver al primer vistazo?
La miseria, aquí, ganó sus cartas de nobleza. Uno la lleva con dignidad y resignacion. Estalladas casuchas, en ruinas, cuentan que eso hace mucho tiempo que eso dura, demasiado mucho tiempo.
No se habla más de Port-au-Prince, ni de Port-de-Paix. Bahía de Henne es un mundo a parte que vive doblado y encogido sobre sí mismo, un mundo que intenta olvidar que existe y que forma parte de un país.
Aquí, se vive sin agua, sin electricidad, sin cuidado de salud, sin otro recurso que el carbón que pasan embarcar camiones cada tres o cuatro días. Camiones que aportan la vida y que sin embargo no hacen más que prolongar la agonía de una población moribunda y desesperada.
Según las declaraciones del alcalde, los trabajos de reconstrucción de la red de alimentación en agua potable se suspendieron… a falta de poder adquirir tubos en PVC, una situación intolerable para la población de una de los municipios más áridos de
La red victima de vándalos en los últimos desórdenes políticos y los paneles solares que abastecían la bomba en energía eléctrica, robados. El agua no llega en la ciudad por gravitación. Es necesario bombearla. Y, sin generadora, no queda mas que utilizar este viejo sol que hace de Baie-de-Henne un infierno.
Si en otras ciudades, la electricidad desapareció desde años, Baie-de-Henne nunca la ha conocido. Algunos potes que nunca no han servido a nada, ni un pedazo de hilo eléctrico. Y, no es mañana la víspera que este burgo verá el alumbrado eléctrico, aislado que está en una esquina perdida entre el mar, el sol y el desierto que lo rodea.
Allí, sobre el planeta baie-de-hennoise, el transporte público no existe y para incorporarse a la ciudad mas cercana posible, solamente los camiones que transportan el carbón están a veces disponibles para los que no quieren ir a pie o a espalda de asno.
En este municipio de Haití, uno no tiene el derecho de caer enfermo, ya que no existe más que un dispensario donde ningún médico viene desde hace tiempo. Sólo dos o tres auxiliares hacen lo mejor que puedan, prácticamente sin material, para no dejar estallar a la población. Cuando el “caso” requiere otras competencias que el de los auxiliares, no queda mas que esperar que uno de estos camiones de carbón pasará dentro de las setenta y dos horas y que el paciente este aun vivo y que podrá soportar el trayecto hasta Jean-Rabel, sobre un camino lleno de obstáculos y grietas como el que conduce al paraíso… Una manera como otra de dejar el infierno de Baie-de-Henne.
En este “país-allí” dónde la temperatura alcanza a menudo los 40 grados Celsius, el hielo llega por accidente y un vaso de agua fría es un lujo. No hay en este país perdido ningún colmado o pulpería digno de este nombre. Un cenador destartalado , no lejos de la iglesia, sirve de mercado, un mercado donde se encuentra una docena de comerciantes, sin mucho que vender, que esperan pacientemente clientes que no vendrán y, dispersas en la ciudad, algunas “comerciantes”, sentadas bajo la sombra de débiles “bayawonn” intentan, sin convicción, vender algunas golosinas que niños débiles observan con una glotonería que, probablemente, no estará satisfecha. No es ni lnavidad, ni el día de Ano Nuevo… ¡Desgraciadamente!
Aunque haya policías destinados al municipio, es difícil, si no imposible pedirles vivir. No hay comisaría, ni alojamiento disponible para albergar a estos servidores del Estado que, si deben proteger y servir, deben, ellos también, protegerse y servirse. Imposible pues de pedirles trabajar sin poder al menos hospedarlos. Y, con el tren donde eso va, se puede aún soñar con un milagro.
En Baie-de-Henne, se coloca indecentemente a los servicios públicos, a veces en espacios midiendo no mas de seis metros cuadrados. Se coloca al tribunal de paz, la oficina de las “contribuciones” o, más bien, la oficina de
Las escuelas, colocadas en buhardillas, proporcionan, ahí ahí , una educación en baratillo que no va más lejos que la escuela fundamental. A parte en las religiosas, mejor parceladas y mejor organizadas, las cosas no van bien, cuestión educación. Realmente de que llorar cuando, hoy día, nuestros dirigentes hablan de desarrollo, de nuevas tecnologías de la información, de universalización. Sería más honesto hablar de envolvimiento, degradación humana, degradación.
Si han pecado, vengan a hacer penitencia en Baie-de-Henne. Dios les perdonará muchos de sus pecados. Probablemente ya perdonó los nuestros, por un día en infierno.
¡Si viven a Baie-de-Henne, que Dios tenga piedad ustedes!
Sin sitio histórico ni estructura de alojamiento, la ciudad tiene nada que ofrecer a posibles visitantes, desprovista que es, de espacio recreativo o cultural.
La propia juventud, abandonada, sólo tiene otras opciones exiliarse dondequiera a otra parte, allí donde la vida es mejor, allí donde haya esperanza.
Existe, en el municipio, más concretamente en la tercera sección, llamado a causa de eso “Ti paradi”, algunas hectáreas de tierra enmaderadas y cultivadas. Una insignificancia con relación a la inmensidad del municipio.
Nuestro comentario
Gracias, muchas gracias al autor Patrice-Manuel Lerebours y al periódico Le Nouvelliste por haber puesto debajo de nuestras narices esta realidad que queremos esconder con un dedo o con nuestra indiferencia. Cuantos municipios, ¿cuántas comunidades sobreviviendo una situación idéntica a esa existen en el país?
¡Lo raro y lamentable del caso es que nuestros diputados prefieren despedir los ministros por cuestión de organización de carnaval!
Baie de Henne ha sobrevivido los gobiernos de François Duvalier, los años de Jean Claude Duvalier, los tiempos de los gobiernos militares, los gobiernos de Aristide et de Preval. A sea quien fuese el color del chaleco usado por el dirigente, siempre se ha adoptado el mismo comportamiento: borrar de sus programas ciertos municipios donde los residentes no son usables como militantes para reprimir presionar et intimidar.
A ustedes los falsos profetas que han querido y podido presentarse como líderes indiscutibles de los pobres en Haiti, a ustedes quienes sueñan con regresar en Haïti los poblados como Baie de Henne esperan a ustedes para fumar un cigarro por los dos cabos con ustedes.
Quisiéramos pensar que este peregrinaje del periodista sirva para llamar la atención de las autoridades para que echen un vistazo a este rincón donde viven haitianos también! Evitemos que tengan que ir a esclavizarse donde nuestros vecinos y que tengamos que llorar del trato que recibirán alla…Atendamos a Baie de Henne….Ahora!
Dr JJ 04/08/07
patricemanuel@yahoo.com
plerebours@lenouvelliste.com http://www.lenouvelliste.com/article.php?PubID=1&ArticleID=46911&PubDate=2007-08-02
Traduccion Thom GATO
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