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lunes, 16 de enero de 2012

La esperanza en Haití tiene forma de pez

Donovan Webster, Croix-des-Bouquets (Haití)
GlobalPost
Valentín Abe nunca supuso que sus estudios de postgrado le convertirían en el salvador de 17 pueblos haitianos. La clave de su éxito son la tilapias, una especie de pez capaz de adaptarse a cualquier entorno.
Valentin Abe probablemente nunca se vio a sí mismo como el salvador de 17 pueblos diferentes de Haití en el mundo post-terremoto.

Oriundo de Costa de Marfil y con una beca Fulbright en la Universidad de Auburn, estaba terminando su doctorado en acuicultura hace unos años cuando fue enviado a Haití por la universidad y algunos de sus seguidores “para examinar lo que se podría llegar a conseguir aquí con este tipo de cultivo”.
Se trata del cultivo de tilapia.
Fue, miró y al regresar a Alabama plasmó en su informe de investigación: “Haiti tiene un enorme potencial. La universidad, aunque está impresionada, es lenta para moverse”.
“Y como yo era un Ph.D. que no tenía ganas de enseñar, entonces les dije: “Iré y le daré una oportunidad”.
Utilizando una donación inicial de 250.000 dólares de la Fundación Brinks (y posteriores donaciones de 250.000 dólares de The World We Want y otra de 150.000 dólares del Social Enterprise Fund), Abe estaba listo para comenzar el cultivo de tilapia.
“La tilapia se adapta perfectamente a este entorno”, dice. “Desde su nacimiento hasta su crecimiento pleno pasan unos seis meses”.
Si hay un ejemplo de Haití de movimientos exitosos para el futuro, Valentin Abe es uno de ellos. Al mantenerse concentrado en ello, ha conseguido que su negocio de acuicultura crezca de la misma forma en que un árbol crece en la naturaleza.
A diferencia del deseo humano natural de cavar un agujero y trasplantar un árbol - pase lo que pase, para bien o para mal - Abe ha abordado el problema de asegurar en Haiti un modo natural: plantar semillas y dejar que las cosas broten como estaba previsto. Es un programa que, hasta ahora, ha funcionado de manera espectacular.
A partir de tres tanques circulares de 45.424 litros en un terreno ubicado al sureste de la ciudad de Croix-des-Bouquets y a una hora en coche de Port-au-Prince, ahora tiene 36 tanques en la misma cantidad de tierra. Los tanques de acero galvanizado son modelos de sostenibilidad eficiente. Cada tanque de agua es oxigenado y funciona con energía solar y eólica. Con 40 hembras y 30 machos en los tanques de cría, dice Abe, puedes conseguir hasta 10.000 bebés cada mes.
“Después tengo asistentes que quitan a los bebes de los tanques una vez al mes”, explica. “Los meten en su propio tanque.
Si quitas a los bebés, una madre tendrá nueve crías al año. Si los dejas, tendrán dos o tres”, se encoge de hombros, “el instinto maternal”. Entonces, si alimentas a los alevines, crecen muy rápidamente. Están listos para la venta en seis meses”. Hace una pausa y se encoge de hombros otra vez. “Es simple”, dice, “con la tecnología existente”.
Camina entre los tanques hacia una jaula de cuatro pies de altura. Tiene una pulgada de ancho, tuberías de PVC selladas apoyando las esquinas y a lo largo de la parte superior e inferior. El techo de la jaula, las cuatro paredes y el suelo están envueltos en plástico verde.
“Esto es lo que llamamos la “jaula de las seis semanas” dice. “A las seis semanas, sacamos a los bebés de los estanques, y los llevamos a jaulas como ésta, que tenemos en dos lagos, uno cerca de aquí y otro en la meseta central, a unas dos horas de aquí. Cuatro meses después, están listos para la venta”.
Abe dice que una vez que los peces se encuentran en las jaulas, las jaulas se dividen entre los pescadores locales. A los pescadores también se les da una bolsa de 60 dólares para la alimentación de los peces y “a partir de ahí, es fácil. Alimentar a los peces es senillo. Sólo tres veces al día”.
La comida, dice, está limpia: es un 50% de proteína, además de soja, maíz, y otros ingredientes. “Por desgracia, añade, “ahora tenemos que importarlos. Pronto esperamos hacerlo por nosotros mismos, en nuestras propias instalaciones. De todos modos, con los primeros 60 euros de la bolsa, de los beneficios que consiga el agricultor, se convierte en autosuficiente después de una ronda. Después de eso, con el flujo de caja, se paga por sí mismo”.
Vamos a un pueblo de pescadores, sugiere.
El pueblo está a 20 minutos en coche, a orillas del lago Azuei de 8.903 hectáreas. Y mientras nos encaminamos allí, Abe diserta sobre las bondades del crecimiento de tilapia, especialmente en Haití. “El haitiano medio consume unos 3,17 kilos de pescado al año”, dice. “El promedio mundial es de 8,16 kilos. El promedio del Caribe es de 15,87 kilos al año debido a que todas las islas están rodeadas de agua. El problema es que en Haití, el agua de los peces marinos ya ha sido contaminada y sobreexplotada”.
Los 250 granjeros de Abe consiguen más en un mes que los profesores.”Ellos ganan de 250 a 275 dólares al mes”, dice Abe. Venden cada pescado a 2,40 dólares la libra y reparten las ganancias con Abe a un 60-40, pudiendo los pescadores quedarse los peces demasiado pequeños para su propio uso personal.
El pueblo que visitamos en el Lago Azuei tiene 1.500 jaulas a flote, cerca de la costa. A medida que nos acercamos, las jaulas parecen débilmente atadas a la parte inferior, y conectadas entre sí a través de una estructura subterránea a modo de barcaza, por lo que las jaulas no se moverán con el viento. “El máximo son 1.500 jaulas”, dice Abe. “Si pusiéramos más, los residuos no podrían ser procesados por el lago y entonces se podría ensuciar”.
Esta preocupación por mantener limpio el medioambiente parece estar dando sus frutos. En 2010, cosecharon 254.000 libras (115.000 kilos) de pescado. En 2011, a finales de septiembre (último recuento) habían cogido y vendido 550.000 libras (249.475 kilos).
Con estos recursos cada vez mayores, Abe tiene otros planes. No va a expandirse demasiado, dice, pero quiere traerse algunos estudiantes de postgrado y establecer un laboratorio en la zona del estanque. También quiere conseguir una estación de procesamiento de pescado para filetear el pescado entero, “porque a los restaurantes no les gusta filetearlo ellos mismos”.
Mientras nos acercamos al pueblo, un grupo de cabañas, cuyas paredes están hechas de hojas de palma y barro, los niños están jugando al fútbol en la polvorienta carretera. Abe sonríe. “Les traje esos balones de fútbol”, dice. “Todos los que van a venir ahora, han visto mi camión”.
Más tarde, hablará acerca de las becas que su compañía ofrece a los niños en estos pueblos, aunque todos los días que tienen que caminar las tres millas y media que separan la escuela de la ciudad vecina más cerca y luego regresar a casa. “Y quiero que tengan un mejor alojamiento. Esto empezando a ponerlo en marcha. Trabajan duro. Se lo merecen”.
Muy pronto, nos encontramos en la orilla del lago y mirando las balsas conectados de las jaulas. También estamos rodeados por pescadores. Se puede decir que las familias están todas bastante contentas. Tienen suficiente para comer. Un buen dinero. Un pescador, que está sin camisa y parece que acaba de limpiar por la noche, se acerca a mí y señala las jaulas. “Son buenas, ¿verdad?", dice. Y sonríe.


http://noticias.lainformacion.com/mundo/la-esperanza-en-haiti-tiene-forma-de-pez_e3iBfhecXFPnkFA5Nodfb/

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