por Simón RomeroJanuary 8th, 2012 → 3:20 pm @ elpuercoespín
Brasiléia, Brasil. De la odisea que lo llevó hasta esta ciudad de la Amazonia brasileña, Wesley Saint-Fleur sólo podía transmitir un aire de agotamiento y perplejidad.
Hace unos meses, abordó un autobús en Haití, antes de tomar un avión en República Dominicana, aterrizar primero en Panamá y después, en Ecuador. Ahí fue donde su mujer parió a su hijo, Isaac, recuerda ahora mientras hace saltar su niño de cuatro meses sobre sus rodillas y agita el documento de identidad ecuatoriano del pequeño. Después siguieron nuevamente por autobús, a través de Ecuador y de Perú. Lo siguiente fue un camino a pie por Bolivia, donde la Policía –relata- les robó sus ropas y sus ahorros de toda la vida: 320 dólares en efectivo.
“Entonces llegamos por fin a Brasil, donde me dijeron que se construía de todo, estadios, represas, caminos”, dice Saint-Fleur, de 27 años, obrero de la construcción, uno de los cientos de haitianos que se reúnen diariamente en torno de un gazebo en la plaza con palmeras de Brasiléia. “Todo lo que busco es un empleo y Brasil, gracias a Dios, tiene trabajo para nosotros”.
Apostándolo todo, miles de haitianos han hecho su camino a través del continente hasta llegar a pequeñas poblaciones de la Amazonia brasileña durante el año pasado en una búsqueda desesperada de trabajo, incluyendo una oleada de cientos de ellos que llegaron durante los últimos días en medio de temores de que el gobierno brasileño limite el flujo migratorio antes de que la situación sobrepase a las autoridades locales.
Sus travesías improbables –desde las ruinas de sus hogares en Haití hasta estos remotos puestos fronterizos de la Amazonia– hablan tanto de las penosas condiciones económicas que persisten en Haití dos años después del sismo que lo azotó como del ascendente perfil económico de Brasil, que se ha convertido rápidamente en un imán no solo para empobrecidos trabajadores extranjeros sino también para un creciente número de profesionales educados provenientes de Europa, Estados Unidos y del resto de América Latina.
Apenas llegan aquí y a otros puntos fronterizos, los haitianos suelen recibir vacunas, agua limpia y dos comidas al día. Muchos permanecen durante semanas en Brasiléia y otras ciudades antes de obtener visas humanitarias que les permitan trabajar en Brasil.
Pero, con esta avalancha de llegadas, otros no resultan tan afortunados. Después de viajar miles de kilómetros y superar incontables dificultades, algunos se amontonan de a ocho en una habitación de hotel o terminan durmiendo en las calles, casi reviviendo la situación de miseria que confiaban en haber dejado atrás.
“No puedo permitir que me gane la tristeza, porque la oportunidad llegará después de esta fase dura”, dijo Simonvil Cenel, de 33 años, un sastre a la espera de visa que encabeza entusiastas servicios religiosos evangélicos para los que siguen atascados después de haber soportado tanto para llegar hasta allí.
Desde el sismo de 2010, unos 4 mil haitianos emigraron hacia Brasil, a menudo viajando primero a Ecuador, un país más pobre con políticas de visado laxas. Brasil ha hecho una excepción con los haitianos, en contraste con buscadores de empleo de países como Pakistán, India y Bangladesh, que llegan por las mismas vías amazónicas pero son usualmente expulsados.
“Haití se está recuperando de un período de crisis extrema y Brasil está en posición de ayudar a esta gente”, declaró Valdecir Nicácio, un funcionario de derechos humanos del estado de Acre, al que pertenece Brasiléia. “Antes de llegar hasta aquí, están a merced de traficantes de personas”, explicó. “Brasil es suficientemente grande como para absorber a haitianos que sólo buscan trabajo”.
Con el número de haitianos en franco aumento durante los últimos días, las autoridades de Brasiléia y de Tabatinga, otra ciudad fronteriza del estado de Amazonas, han advertido sobre las dificultades que supone alimentar y dar casa a los inmigrantes mientras se estudian los pedidos de visa. Las autoridades federales reaccionaron enviando toneladas de alimentos para los haitianos, cuyo número supera los mil por cada puesto de frontera.
Lidiar con la crisis migratoria en sus fronteras es un problema nuevo para Brasil, que hasta hace poco estaba más preocupado por la emigración de sus ciudadanos a países ricos e industrializados que por la llegada de miles de extranjeros empobrecidos.
Aunque el crecimiento económico se ha vuelto más lento recientemente en Brasil, el desempleo permanece en un nivel históricamente bajo de 5,2 por ciento y muchas empresas tienen problemas para encontrar suficientes trabajadores para completar sus vacantes. Los salarios también se han incrementado para los niveles más bajos del mercado laboral, con lo que los ingresos de los pobres brasileños han crecido siete veces, como el de los más ricos, entre 2003 y 2009.
“Estamos sufriendo una disminución en nuestra fuerza laboral porque muchos brasileños se están yendo a trabajar a los dos proyectos hidroeléctricos”, observó Ana Terezinha Carvalho, una analista de recursos humanos de Marquise, una compañía de Porto Velho. La ciudad está en la ribera de la cuenca superior del Río Amazonas, donde Brasil construye dos grandes represas, Jirau y Santo Antonio.
Carvalho indicó que su compañía contrató enseguida a 37 haitianos que llegaron el año pasado para recoger basura en Porto Velho y llevarla al vertedero de la ciudad. Algunos ganan hasta 800 dólares mensuales, en un trabajo que incluye beneficios como seguro de salud, horas extras y vacaciones pagas. “No hay suficientes brasileños, así que estamos contentos de poder contratar haitianos”, resumió.
Las autoridades estiman que unos 500 haitianos viven ahora en Porto Velho y otros 700 residen en Manaos, la ciudad brasileña más grande en el Amazonas. Cientos más han logrado llegar hasta San Pablo, la capital económica del país. Compañías como Fibratec, fabricante de piscinas en el sureño estado de Santa Catarina, han enviado gerentes hasta aquí para contratar a haitianos.
Además de dar respuesta a la demanda de empleos peor pagados, el esfuerzo de permitir trabajar a los haitianos en Brasil habla de las ambiciones del país por ganar influencia regional, con sus intentos de encontrar modos de aliviar los problemas de la más pobre nación del hemisferio.
Desde 2004, Brasil ha enviado tropas para liderar la fuerza de paz de las Naciones Unidas en Haití. Pero ahora hay más haitianos en Brasil que soldados brasileños en Haití. En septiembre, Brasil anunció que empezaría a replegar sus 2 mil efectivos en la nación caribeña.
La mayoría de los haitianos esperan perder pocas semanas en el limbo migratorio de Brasiléia antes de seguir adelante. Algunos, como Francisco Joseph, de 25 años, sacan el máximo provecho a su tiempo aquí. Compra tarjetas de teléfonos prepagos al otro lado del puente, en la ciudad boliviana de Cobija, y los vende a sus amigos haitianos en la plaza de Brasiléia con un recargo de 30 centavos por cada una. Hace unos 10 dólares por día.
“Este poquito de dinero me da un poquito de dignidad”, aseguró.
Otros, como Jacksin Etienne, de 31 años, alberga grandes sueños. Políglota que se desliza fácilmente entre el inglés, el español, el francés y el creole, Etienne espera trabajar como traductor o en un hotel.
“Quiero irme derecho para San Pablo, la Nueva York de Sudamérica”, declaró. “Brasil es un tipo de lugar que crece y necesita gente como yo”.
http://www.elpuercoespin.com.ar/2012/01/08/brasil-la-nueva-meca-de-los-haitianos-por-simon-romero/
Abrimos este espacio en 2007 cuando en Haití se hablaba también español debido a la presencia de los soldados latinos de la MINUSTAH. Una ventanilla de expresión hispánica para verse mejor . Después del 2010, el mundo hispano se ha acercado bastante a Haití. Sirvio para darse cuenta del distanciamiento de sus vecinos de culturas hispanas casi todas. Esta sigue abierta para recibir todos aquellos que quieran entender y ayudar a esta nación patrimonio de la humanidad.
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