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lunes, 13 de agosto de 2012

Pensemos en la amnistía migratoria

El tema haitiano es como un avispero sensible que se agita a la menor sacudida. Ahora se trata de la declaración de la representante del PNUD en el país recomendando una amnistía migratoria, del mismo signo, agrego yo, de las que hacen los americanos y los europeos y que benefician periódicamente al millón de dominicanos que tenemos fuera. Pero con los haitianos es otra cosa. Y por eso han salido al ruedo los caballeros templarios de la dominicanidad a recordarle a la señora Julliand que este es un país independiente y que no admite injerencias externas, a pesar de lo que indicaron los cables de Wikileaks. Y de paso argumentar las razones por las que no es posible ofrecer una amnistía: muchos haitianos parásitos que vienen a robarnos nuestras limitadas riquezas, la existencia de una ley de migración que ya ha puesto orden en el establo y que eso de la amnistía esta fuera de nuestra infinita bondad hacia el “hermano pueblo haitiano”. El presidente de la cámara –famoso por aquello de “voten, honorables, voten” a favor de la ilegal ley de presupuesto- estampó una frase que merece ser recordada por su prosapia patriotera: “propuestas como esas deben ser rechazadas por todo el pueblo dominicano”. Al día siguiente un sociólogo haitiano poco conocido, y creo que aún menos enfocado, tuvo la ocurrencia de opinar públicamente que la frontera debería abrirse y dejar paso libre en los dos sentidos. Lo hizo seguramente porque no posee ninguna responsabilidad pública, ni poder para decidir. Como muchas personas opinan lo que se les ocurre haciendo uso de la libertad de expresión que todos queremos para nosotros, pero no para el prójimo. Pero fue suficiente para que el avispero siguiera su agitación xenófoba en torno al resurgimiento de Soulouque encarnado en la siempre mencionada pero nunca comprobada conspiración internacional para unificar la isla. Y es posible que la verbena chovinista siga, al menos el tiempo suficiente para sepultar en la banalidad la propuesta de Valerie Julliand. Y con ello perder una oportunidad de discutir sensatamente un tema muy delicado. Porque lo que plantea la directora del PNUD no es una simple preferencia política, sino una necesidad. El asunto es muy sencillo: tenemos cerca de un millón de haitianos residiendo en la República Dominicana. Constituyen una fuerza laboral de primera importancia para el sostenimiento de la economía nacional. Muchas de estas personas llevan mucho tiempo residiendo aquí, pero la ley dominicana dificulta extraordinariamente que puedan regularizar sus estatus y ascender legalmente. Es decir que puedan convertirse en residentes y eventualmente en ciudadanos si así quisieran y siguieran procedimientos claros, regulares y accesibles. Exactamente los mismos procesos que benefician a nuestros compatriotas cuando en los países en que viven se producen amnistías migratorias. Acerca de la cantidad de inmigrantes que deben ser beneficiados y en cuáles condiciones, es un tema que debe ser discutido con toda la sociedad dominicana, pues a todos nos concierne. Obviamente, sin los secuestros temáticos e informativos por parte de una minoría vocinglera que convierte cada idea en un burlesque, como pretenden hacer ahora con la propuesta de Julliand. Como han hecho a lo largo de décadas con otras muchas propuestas en igual sentido. Facilitar la regularización de los inmigrantes, y eventualmente sus incorporaciones al sistema nacional es apostar por la decencia, pero también por la gobernabilidad. No podemos imaginar un mejor país con cientos de miles de personas deambulando sin estatus, sin derechos y sin oportunidades de incorporación. No solamente por ellos, sino por nosotros mismos. Un tema espinoso pero que, aclaro para los lectores, es diferente al de los dominicanos de origen haitiano a los que la Junta Central Electoral persiste en negar la documentación básica para mejorar sus vidas. Para los dominico/haitianos no tiene que haber amnistía, pues no han transgredido norma legal alguna. Son dominicanos ultrajados en su patria. Con buena suerte en algún momento debemos pedir la amnistía para los perpetradores de estos abusos. La amnistía legal, aclaro, porque la moral será difícil de conceder a quienes abusan de los más vulnerables para compensar las lasitudes propias. Haroldo Dilla Alfonsohttp://www.7dias.com.do/app/article.aspx?id=123473

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